La soledad del pastor
14 de Abril de 2024Por Antonio María González Gorostiza
Una forma distinta de hablar de bienestar, una bonita reflexión sobre cómo nos relacionamos, que nos propone Antonio.
Hace mucho, mucho tiempo, en los días fríos del invierno era duro caminar solo, acompañado por un rebaño hambriento ocupado en triscar los restos de hierba que no había muerto congelada. Hace pocos años, entre el calor abrasador del hierro derretido en los hornos de la fundición, seguía siendo duro arrastrar los vagones para mover el negro mineral, incapaces de comunicarnos con los compañeros, sudorosos y sordos por el ruido de la factoría. Hoy, en las casas con calefacción, los restaurantes rebosantes, las calles iluminadas por tiendas donde se ofrece la felicidad a precio de oferta, estamos más solos que nunca, más aislados dentro de nuestra red, aunque orgullosos de lo lejos que hemos llegado. Quizá sea bueno, mantener el espíritu de los que antes compartían lo poco que tenían en lugar de intentar ser por nosotros mismos cada día más autosuficientes. Quizá sea bueno, dejarse ilusionar por unos días, dejar de pensar, permitirnos sentir, sin más, creyendo en historias y cuentos. Bailar, cantar, abrazarnos, en el oldfashionway. Sin razón, con amor. Quizá sea bueno, o quizá no.