La sociedad y su papel activo en la salud mental

El día 10 de octubre celebramos el Día Mundial de la Salud Mental. Resulta difícil encontrar, incluso entre los propios especialistas, una definición consensuada acerca del término «salud mental». Ello es debido a que la salud mental es un concepto amplio y complejo en el que intervienen múltiples factores.

Lo que sí podemos afirmar es que gozar de una relativa buena salud mental no depende de si un psiquiatra nos ha diagnosticado un trastorno mental, sino que es el resultado, entre otros aspectos, de:
• Contar con una independencia económica que me garantice, no sólo tener las necesidades básicas cubiertas, sino poder cubrir otras necesidades necesarias para un pleno desarrollo personal.
• Contar con relaciones personales seguras, estables y gratificantes.
• Sentirme integrado en mi comunidad y libre de estigmas o discriminación.
• Tener las mismas oportunidades y derechos que el resto de ciudadanos.
• No estar sometido a situaciones de acoso o violencia que atenten contra mi integridad física o emocional, como son las guerras, catástrofes, persecuciones, violencia machista o acoso escolar, entre otros.
• Estar libre de patologías físicas que limiten mi autonomía o tener un adecuado control de las mismas.
• Haberme desarrollado en entornos familiares y educativos saludables, que faciliten la expresión del afecto, favorezcan mi autoestima y proporcionen modelos de conducta de los que aprender las habilidades sociales y personales necesarias para desempeñarme
en el día a día.

Como es obvio, esto no depende tanto de la persona sino de la sociedad en la que le toca vivir. Desde Cáritas Madrid comprobamos cada día que hay personas cuya salud mental está seriamente comprometida porque las sociedades y contextos en los que se desenvuelven favorecen, por acción o por omisión, que esto se produzca.

Resulta cada vez más evidente que la sociedad tiene un papel esencial, y este papel no puede ser el de mero observador. Es importante recordar que recuperarse de un problema de salud mental es posible, y que se necesita invertir más fondos en aumentar profesionales y tratamientos para atender la enfermedad mental, pero pensar que ello es suficiente es como pensar que el hambre en el mundo va a solucionarse abriendo más supermercados.
Es necesario garantizar que las personas sientan que viven en una sociedad que incluye, que no discrimina ni estigmatiza, que sirve de soporte, que
acepta al otro reconociendo su dignidad, que le acompaña y acoge. Una sociedad activa que no sólo se compadece de quienes ya han recibido un
diagnóstico, sino que actúa de manera preventiva, acompañando el sufrimiento ajeno para que este no se agrave y cronifique.

Una sociedad que, además, no ponga el foco de atención únicamente en el problema de salud mental de la persona, sino que reconozca las habilidades y potencialidades que todo ser humano tiene con independencia de su problemática o diagnóstico. Quizás para lograrlo ayude pensar que ese otro, el
que sufre, puedo ser yo el día de mañana.