La mujer consagrada, esencial en nuestro acompañamiento a la mujer vulnerable

Cáritas Madrid 9 de Marzo de 2021

Pilar Arroyo Carrasco es religiosa de la Caridad de Santa Ana y responsable de uno de los proyectos de mujer de Cáritas Diocesana: la casa “María Rafols”, donde acompaña a dos familias monoparentales.

Pilar Arroyo Carrasco es religiosa de la Caridad de Santa Ana y responsable de uno de los proyectos de mujer de Cáritas Diocesana: la casa “María Rafols”, donde acompaña a dos familias monoparentales.


“Pon en manos de mujer el mundo, sin arrebatarle posibilidades, recursos, tiempos y espacios, y la mujer cambiará el mundo. A mejor. Sin duda alguna”: lo dice una mujer que ayuda a mejorar la vida de otras mujeres.

 

Es una mujer religiosa, figura esencial en los proyectos de Cáritas Diocesana, especialmente en los proyectos de mujer. La “comunidad de vida” es el alma de los proyectos, esto es, un conjunto de mujeres consagradas, bien de la misma o bien de diferente congregación.

 

La comunidad de vida de Pilar, formada por tres religiosas de la Caridad de Santa Ana, colabora con Cáritas en el proyecto de acogida a mujeres con sus menores, “compartiendo no solo la vivienda, sino, además, acogida, tiempo, dedicación, escucha...”, expresa Pilar.

 

En su trayectoria, conoce “historias sencillas y reales, con llantos y risas, con desánimos y logros” y asegura que son “historias con presente y futuro porque Cáritas ha tejido con hilos de vida, de entrega y de empeño, nuevos horizontes para estas mujeres. Cáritas acompaña pisando suelo, barro si hace falta, y alzando, alzando vidas a la dignidad de hijas de Dios”.

 

Mujeres en camino

 

La comunidade de Pilar comparte con dos mujeres y sus pequeños: “Son mujeres en camino, viviendo en el empeño de retomar sus vidas, rehacer sus historias personales y generar la unidad familiar. No es tarea fácil en una situación como la que vivimos. Mi misión, nuestra misión, es aportarles un espacio familiar en el que se sientan queridas y acompañadas”.

 

Igualmente, es importante “escuchar momentos de esperanza y acoger otros de desánimo, historias familiares, proyectos y sueños”, así como “orientarles en el quehacer del trabajo doméstico, a veces tan distinto a sus costumbres y culturas”. También velan por el cuidado del menor y les asesoran en todo lo que respecta a ellos, y un “sin fin de pequeños detalles” que conlleva la vida cotidiana, y que van posibilitando su autonomía y la normalización de sus vidas.

 

Además, la religiosa participa en “otras formas de compartir vida”. Por ejemplo, en la Villa de Vallecas acompaña a algunas mujeres en situaciones delicadas. “Escucha, mucha escucha”, matiza. “Alguna palabra que anime. Ayuda a gestionar alguna documentación. Sobre todo, y lo más importante, hacerles saber que no están solas”, aclara.

 

“Más promesas que respuestas” para la mujer

 

Las mujeres “nunca lo han tenido fácil. Hoy, doblemente”, comenta la consagrada, y menos aún las mujeres en exclusión social o en situación de vulnerabilidad. “Con todos mis respetos, la pandemia como excusa, o al menos como justificación. Los recursos son escasos. No hay voluntad política ni una apuesta seria por ellas. Hay más promesas que respuestas. Esto solo conduce a la desesperanza, a la falta de confianza, a callejones sin salida”.

 

La primera dificultad para ellas “es el trabajo, sin duda”, primer eslabón de una “escalera complicadísima de subir”, opina Pilar. “Sin ingresos no hay posibilidad de acceder a una vivienda, sin ingresos y sin vivienda ¿de qué calidad de vida hablamos?”.

 

Celebrar “la mujer y la vida entrelazadas”

 

Personalmente, Pilar no cree en la reivindicación “que no hable de la integridad y de la dimensión integradora”, y se explica: “La integridad de la persona. De la mujer. La mujer no es tal, sino es contemplada con una mirada que sea capaz de reconocerla con todo su potencial, con toda su belleza, con toda su sabiduría existencial”.

 

Esto es “precisamente” lo que tenemos que celebrar, clarifica. “La mujer y la vida entrelazadas. La mujer capaz de entrañar vida en su seno, en su corazón y en su mente”.

 

Con todo, opina Pilar Arroyo, las mujeres “tenemos que seguir alzando nuestra voz para que lo que está llamado a ser, sea: la mujer sin sombras, sin temores, sin repliegues, sin ‘recortes’ humanos” y aclara: “No estamos llamadas a ser iguales que los varones”, sino que “estamos llamadas a ser nosotras mismas desde las mismas oportunidades. Tenemos que seguir anunciando y denunciando posturas, decisiones y resoluciones que restan a la mujer y por ello, a la humanidad”.

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