“La letra menuda de Hoja de la Caridad” por sor Josefina Salvo Salanova
Cáritas Madrid 13 de Marzo de 2021Se cumple un año de la proclamación del Estado de alarma en nuestro país. El 14 de marzo de 2020, el Gobierno ordenaba un confinamiento domiciliario estricto, poniendo en alerta a Cáritas, así como a toda la sociedad, ante la grave crisis que afloraba.
Se cumple un año de la proclamación del Estado de alarma en nuestro país. El 14 de marzo de 2020, el Gobierno ordenaba un confinamiento domiciliario estricto, poniendo en alerta a Cáritas, así como a toda la sociedad, ante la grave crisis que afloraba.
Sor Josefina Salvo Salanova, Hija de la Caridad, recoge cada mes en la “Hoja de la Caridad”, un proyecto Cáritas Diocesana de Madrid, la situación extrema de muchas familias que viven en Madrid, con las necesidades concretas para que los donantes sepan a quienes envían su dinero. A continuación, ofrecemos su reflexión:
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Me voy a referir a aquellos rasgos genuinos de este servicio diocesano que van más allá de la inmediata obtención de recursos, pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos en una lectura superficial, pero que están allí y reclaman su espacio. La pobreza no es noticia. Lo que HOJA DE LA CARIDAD intenta dar a conocer a la sociedad es la vivencia de lo que la pobreza supone para la persona y la familia que la padece, qué riesgos amenazan si no se pone remedio inmediato, cuáles son las causas, y qué posibilidades de recuperación existen. Al mismo tiempo que ofrece al colaborador dudoso la garantía del buen trabajo de Cáritas. Podemos asegurar que los lectores son sensibles y la respuesta es positiva.
En plena pandemia y confinamiento, a partir de la publicación de 5 de abril hemos podido continuar reflejando el estilo de trabajo de Cáritas y su adaptación a la situación social y económica del momento. Esos valores que comporta el acompañamiento directo e individualizado a tantas personas y familias que sufren y que, cualquiera que sea su credo, su origen o su manera de pensar, acuden confiados a la parroquia católica.
Dos fuerzas me mueven a ofrecer estas consideraciones personales a mis compañeros de profesión: trabajadores sociales, voluntarios y equipos de trabajo, que han estado en primera línea en los momentos más difíciles. La primera es un cierto sentido de responsabilidad, porque el ambiente “conventual” que viví por unos meses en mi comunidad de Hija de la Caridad, con una cierta nostalgia de mis años jóvenes, me permitieron captar en conjunto la letra menuda. Esas actuaciones y actitudes vuestras que, por sutiles y habituales, no tienen cabida ni en la historia ni en las estadísticas y que son representativas del sentido de fraternidad que Cáritas, como institución eclesial, está llamada a potenciar en la sociedad. Muchas de estas familias no habrán conocido otro Evangelio que su relación con las personas que las han acogido en Cáritas en momentos tan críticos.
La segunda es un sentimiento de admiración y gratitud a cuantos habéis llevado el peso del trabajo, afrontado riesgos y estirando jornadas laborales, sin que el volumen de trabajo perjudicara a la calidad del mismo. Admira comprobar que dentro de una labor en apariencia puramente asistencial, ante la cruda realidad de tantas familias carentes incluso de alimentos, cada día en aumento y abarcando a niveles sociales que nunca pensaron tener que acudir a Cáritas, el clima dominante era el respeto a su dignidad y, en los supuestos en que la familia asistida estuviera ya en fase de un proyecto de actuación conjunta encaminado a su integración o promoción, se ha mantenido el objetivo y, en la medida de lo posible, las acciones pertinentes. Llama la atención el ingenio para establecer sistemas de comunicación con estas familias desde el primer momento, así como las cuentas y previsión de recursos ante los acontecimientos que tendrían lugar en fase de confinamiento, tales como operaciones quirúrgicas, nacimiento de un hijo, gestiones administrativas y tantos otros detalles.
Quiero agradecer sobre todo el esfuerzo y la sensibilidad de los que, pese a estar agobiados por un trabajo que desborda lo habitual, en los meses de confinamiento supieron verter en la Base de Acogida aquellos datos que ponen de manifiesto hasta qué punto la realidad o incluso las decisiones generales que se toman para su alivio, inciden en los casos concretos que llegan a nosotros. Pongamos unos ejemplos: Una familia solicita en Cáritas los 300€ que necesita para abonar su alquiler y, resulta, que la familia con la que comparte piso está en su misma situación y si no pagara su parte se verían las dos familias en la calle. O, que el importe de su alquiler es el único recurso de que dispone la propietaria, una anciana que pasó a vivir con un hijo para disminuir gastos. O, que esta madre, antes de pedir en Cáritas había vendido la cuna del bebé que lleva en brazos.
Ha sido muy duro comprobar la incidencia que la enfermedad o la paralización económica y administrativa ha supuesto para muchas familias que siempre se valieron por sí mismas y, a veces, la resistencia a solicitar ayuda y las carencias que padecieron antes de dar ese paso; pero, no es menos doloroso para un equipo de trabajo social, tener que volver a facilitar medios económicos a familias a las que, a su tiempo, se ayudó a integrarse en la sociedad con éxito.
No hace falta ser profeta para ver que detrás de la enfermedad y de los problemas económicos, amenaza la desesperanza. Ya la hemos podido palpar en algunos casos. Repito mi admiración y agradecimiento a cuantos hacen posible que la comprensión, la cercanía, y lo que en Cáritas venimos llamando “acompañamiento”, la CARIDAD de la que de algún modo somos administradores, bien servida, sea la mejor vacuna contra cualquier forma de desesperanza.
Sor Josefina Salvo Salanova