La Bienaventuranzas: Jesús nos llama a la felicidad
Cáritas Madrid 2 de Enero de 2020Las Bienventuranzas "son un camino bello y seguro hacia la felicidad que Jesús propone a los hombres porque iluminan las acciones de la vida cristiana", nos dice el Papa.
Las Bienventuranzas "son un camino bello y seguro hacia la felicidad que Jesús propone a los hombres porque iluminan las acciones de la vida cristiana", nos dice el Papa.
Cáritas Madrid. febrero de 2020.- Para seguir a Jesús es necesario saberse y sentirse pobres ante él, necesitados de él y confiados en él; pues de otro modo, quizá, nos resulte demasiado difícil, por no decir imposible, acogerlo como lo que es: «El Buena Noticia». En las lecturas de hoy vamos a escuchar y a tratar de acoger su llamada a la felicidad, que en esta celebración se nos va a hacer presente en un Jesús, «quien, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza».
Este mismo miércoles, el Papa aseguraba en su catequesis que las Bienventuranzas son un camino bello y seguro hacia la felicidad que Jesús propone a los hombres porque iluminan las acciones de la vida cristiana y además revelan que la presencia de Dios en los hombres les hace verdaderamente felices.
Las Bienaventuranzas, el carnet de identidad del cristiano
«Puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. Esa reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.
La palabra “feliz” o “bienaventurado”, pasa a ser sinónimo de “santo”, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha.
Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo, van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y, si bien este mensaje de Jesús nos atrae, en realidad el mundo nos lleva hacia otro estilo de vida. Las Bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo» (Gaudete et exsultate, 63-65).
El Dios de la felicidad
Es decisivo ver si el Dios que se intuye en la vida cotidiana genera vida o la ahoga. Porque, como dice J. M. Castillo, «un Dios que no ayuda a vivir de manera dichosa y digna, por más que nos digan que es bueno, que nos quiere, y que es Padre, es un Dios inaceptable y hasta insoportable, al menos para mucha gente. Porque, como es lógico, todo ser humano quiere ser feliz. Y es que el deseo de la felicidad es la apetencia más profunda que cualquier persona lleva inscrita en lo más hondo de su ser. De manera que atentar contra la felicidad de vivir es la agresión más grande que se puede cometer contra el ser humano, sea quien sea. Pero si resulta que Dios es una amenaza, una prohibición constante, una carga pesada, una censura de lo que haces o dejas de hacer, en definitiva, algo o alguien que nos complica la vida más de lo que la vida ya está complicada (que es mucho), entonces se comprende que haya tanta gente que prescinde de Dios, que no quiere saber nada de ese asunto o incluso que rechaza abiertamente todo lo que se refiere a Dios, a la religión y a sus representantes en este mundo. Un Dios que es percibido como un problema, como una dificultad o como un conflicto para nuestra felicidad, por más argumentos divinos y humanos que le echemos encima, es y será siempre un Dios inaceptable e incluso detestable, aunque mucha gente no se atreva a decirlo así»(30).
Bienaventuranzas
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».