Jornada de la Sagrada Familia: un techo para Yoanna

Cáritas Madrid 29 de Diciembre de 2016

Este, 30 de diciembre, la Iglesia celebra la Jornada de la Sagrada Familia. En Madrid, la colecta y los donativos serán para un centro de Cáritas de ayuda a familias sin techo. «La misión de la Iglesia hoy es ser arca de Noé para las familias», dicen en su mensaje los obispos españoles.

 

Cáritas Madrid. - Hace siete meses, Yoanna y sus hijos, Natalia (8 años) y los gemelos Javier y Julio (5 años), vivían en un piso sin techo. Literalmente, sin techo, a la intemperie… Tampoco tenían luz ni agua corriente, y tenían que dormir todos en un mismo colchón. Era un piso ocupado, de paredes agrietadas, con insectos de todo tipo, y cuando llovía tenían que cobijarse en otra habitación para protegerse del agua y del frío. Cada vez que querían ir al baño tenían que bajar varios pisos para pedirle el agua a una vecina y así poder tirar de la cadena. En estas condiciones, los niños recayeron de su enfermedad respiratoria, y tuvieron que estar ingresados tres meses en un hospital infantil.

 

Sin embargo, hoy esta familia está acogida en el centro residencial JMJ 2011, uno de los cuatro centros de Cáritas Madrid que ofrecen alojamiento temporal a familias en grave necesidad y personas solas, y que será el destino de la colecta y los donativos que se recojan este viernes en la Jornada de la Sagrada Familia que se va a celebrar en la catedral de la Almudena.

El día que llegaron al centro, Julio y Javier no dejaban de encender y apagar la luz, todo un milagro para ellos. Y no paraban de entrar y salir del servicio. «Estaban como locos. No se creían que había luz. Y saltaban en las camas, yendo de una a otra. No se lo podían creer», recuerda su madre.

 

Yoanna, que se maneja en dos idiomas y tiene diez años de experiencia en hostelería en restaurantes, hoteles y aviones, respira aliviada: «Aquí hemos encontrado no solo un techo, sino una familia, y no nos ha faltado de nada. En la directora del centro, en mi trabajadora social… he encontrado una amiga, una hermana, una madre. Me han ayudado en todo porque ahora no tengo ningún ingreso, y no tengo palabras para dar las gracias por todo lo que hacen por nosotros. Me han ayudado económicamente, con alimentos, con medicación para mis hijos… El apoyo que hemos tenido ha sido muy grande».

 

Además, en el centro han encontrado algo con lo que no contaban cuando entraron: una familia. «Aquí las mamás nos ayudamos unas a otras. Si una enferma, otra se queda con sus hijos. Si a una le falta pan, otra se lo trae. El compañerismo es muy bueno. Nos llevamos muy bien todos», señala Yoanna.

 

«No dejamos en la calle a nadie»

Como con Yoanna y sus hijos, las condiciones en las que las familias llegan al centro son lamentables. «Muchos llegan con un gran duelo, porque antes de perder la vivienda han perdido un montón de cosas», lamenta Mar Crespo, la directora. «Vienen con circunstancias difíciles: vulnerabilidad, escasos recursos económicos, con niños, familias que han agotado el paro y se encuentran en la calle, madres y padres solos con hijos a su cargo… Muchos llegan aquí el día del desahucio o procedentes de hacinamientos, y anímicamente están muy mal».

 

Las familias acogidas en este centro suelen quedarse alrededor de un año, porque esta solución es siempre temporal. Por eso trabajan desde el principio lo que llaman el ajuste de salida: «Nosotros no dejamos en la calle a nadie –afirma Mar–, pero nuestra labor no consiste en dar una vivienda definitiva. Algunos a lo mejor son adjudicatarios de una vivienda pública, pero muchos quizá tienen que compartir piso: madres con hijos que pueden alquilar un piso juntas y se pueden ayudar, o personas solas que tienen que hacer lo mismo. Al final todos tienen una salida residencial».

 

El centro consta de 130 alojamientos divididos en módulos, de modo que si ingresa una familia numerosa se pueden unir dos módulos para hacer una vivienda más grande, y su objetivo es conducir a las familias a la plena autonomía y a una vivienda normalizada.

Pero aunque ofrezcan un alojamiento temporal, lo que dan es algo más. «Nosotros no solo ofrecemos el techo, sino un acompañamiento a las familias y personas solas –afirma la directora del centro–. Nuestro trabajo es estar con ellos, hasta el punto de que compartimos con ellos la vida y el corazón, con mucha profesionalidad y al mismo tiempo con mucha vinculación entre nosotros. Y con el apoyo de 45 voluntarios, que son muy importantes. Nuestra puerta está siempre abierta. Al final salen de aquí con una motivación y unos recursos distintos. La gente cuando se va llora por lo bien que se han sentido aquí».

 

«Este centro es un pesebre»

En el centro hay también muy buen ambiente, con mucha solidaridad. «Estar en una situación de vulnerabilidad te hace ponerte con más facilidad en la piel del otro y ser más solidario», confirma Mar. «La gente está abierta a comunicarse, a compartir, se convive muy bien. Se van conociendo y se establecen vínculos muy fuertes, y se ayudan mucho en el día a día. Por ejemplo, las madres solas con niños se ayudan mucho mutuamente. Y hay también una experiencia muy bonita: tres religiosas misioneras de la Madre del Divino Pastor que viven en un alojamiento igual al que tienen el resto de familias; son unas vecinas más, su opción es estar con las familias, ayudarlas y tener una relación estrecha con ellas».

 

Todo, porque a fin de cuentas, «lo nuestro es un testimonio de Dios», dice Mar. «Compartimos todo, evangelizamos desde nuestra acción. Realmente, esto es un pesebre: cuando acogemos a una familia que está en la calle, nace Dios entre nosotros. Cuando se van de aquí lloran de pena por lo arropadas que se han sentido entre nosotros. Y cuando nos dan las gracias, les decimos que en realidad nosotros somos unos enviados del de arriba».

Fuente: Alfa&Omega

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