Haciendo 'nosotros'. Día Internacional del Voluntariado

Para vivir no quiero

Islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta

Vivir en los pronombres!

Así dice el poeta Pedro Salinas. Permitid que trasvase estas palabras del amor que él describe a ese amor expresado en la experiencia que celebra el Día Internacional del Voluntariado. 

Hay un yo, que puedo vivir con más o menos consciencia o superficialidad.

Estás tú, vosotros, vosotras, a quienes he ido descubriendo desde que me desgajé del cuerpo de mi madre: padres, hermanos, familia, amigos, compañeros de escuela, de trabajo, personas concretas que me importan, me afectan, un círculo más o menos amplio según el momento.

Y están él, ella, ellos, ellas, más allá de mi experiencia, los que están fuera, a los que puedo tranquilamente no mirar o hacerlo solo si me interesa; puedo no verlos, no prestarles atención, no me importan o no mucho, son los que aparecen fugazmente en las noticias o pasan sin dejar huella. 

Creo que la persona voluntaria habita su yo con la consciencia suficiente para descubrir en su interior que, si vive solo para sí, se seca; descubre algo que la saca de sí, que la impulsa a mirar fuera, más allá de su círculo. Y entonces repara en ellos, ellas,  los ve, dejan de ser anónimos, dejan de resultarle indiferentes; no le importa su status, sus títulos o cargos; mira, sobre todo, a quienes sufren situaciones de pobreza, injusticia, soledad, violencia… llegan a conmoverle de tal modo que pone en ellos su mirada, que es una forma de tocar, de reconocer, de acoger… y ellos y ellas se transforman en vosotros y vosotras; él, ella, se transforman en tú; el círculo se amplía -¡maravilla de la comunicación!-, ahora te conozco, me importas, busco comprenderos, os dedico mi tiempo, mi afecto, mis habilidades; ahora reconozco el coraje de quien busca salir adelante a pesar de las dificultades; ahora descubro en vosotros el talento, las cualidades que no veía; ahora experimento que relacionarme contigo, con vosotros, me hace bien, me hace más humana. 

La persona voluntaria lo vive unida a otras, organizadas, con un proyecto compartido que va transformando en un nosotros que cultivamos juntos. Construir un nosotros amplio, inclusivo, donde todos y todas tenemos palabra, capacidad, necesidades; un nosotros que puede y quiere visibilizar las causas de la exclusión y trabajar para hacerlas cada vez más débiles e inocuas; un nosotros capaz de hacer que el mundo nos parezca, como dice la canción, “más amable, más humano, menos raro”

¡Felicidades, voluntarios y voluntarias! Sois, como dice la canción de Migueli, “como una luz” o como dice el Arrebato, “gente luminosa”; no buscáis islas, palacios, torres, sino la alta alegría de vivir en los pronombres, del yo al tú, de ellos a vosotros y vosotras, y, en suma, a ese nosotros donde renace la esperanza y el júbilo de ser realmente quienes somos y poder tejer el mundo que queremos, aunque no sea fácil ni rápido.

Felicidades, personas luminosas que os dejáis encender, que tocáis el corazón.