La formación amplía horizontes en el cuidado de mayores: no solo es cuidar el cuerpo, sino el corazón

Cada vez que recibo una convocatoria de formación, se ilumina el día, ya que se abren multitud de posibilidades que amplían mi horizonte… y, por desgracia, no siempre ha sido así.

A lo largo de mi camino en Cáritas Madrid, no siempre he recibido con alegría el anuncio de una formación. Se me venía encima el transporte, el tiempo invertido y todo lo que dejaba de hacer para acudir a la llamada. Finalmente, la mayoría de las veces iba con cierto pesar y desgana.

Poco a poco, he ido comprobando que las posibilidades que se abren en un espacio de formación son infinitas, además de la de aprender algo. Conseguimos relacionarnos más allá de la tarea que realizamos, nos conocemos a través de las inquietudes que manifestamos, comenzamos caminos de reflexión junto a otras personas y hacemos equipo, entre otras cosas.

Y todo este proceso de intercambio y aprendizaje es lo que acabamos de vivir, parte del equipo del Área de Mayores y Cuidado de la Vida, en una nueva formación.

Nos hemos embarcado en un curso llamado “Atención Centrada en la Persona”, algo que, a priori, pensábamos que era abstracto, pero no. Nos encontramos con una manera de actuar, de cuidar y de acompañar diferente: en lugar de decidir por la persona lo que necesita, le preguntas qué quiere, cómo se siente, qué le gusta; además, no solo te fijas en la enfermedad o en lo que no puede hacer, sino en quién es, qué puede hacer, qué ha vivido y qué le importa.

Esta es la manera de acompañar a una persona a mantener su autonomía, su dignidad y su forma de vivir, aunque necesite apoyo. Se trata de tratar a cada persona como única, respetando su historia, sus elecciones y su ritmo. No es solo cuidar el cuerpo, sino también el corazón y la mente.

Hace unos días, hemos profundizado sobre esta manera de acompañar, centrándonos en nuestros propios proyectos, para ver qué mantener, incorporar, minimizar u omitir.

Puedo decir que hoy somos más equipo.