La mesa sobre la que se derrama la solidaridad está inundada de flores

Maria Angeles Altozano 31 de Mayo de 2024

A UNOS METROS DE ALLÍ. En otra esquina, la mesa sobre la que se derrama la solidaridad está inundada de flores.  Las flores sí son de primavera. Este podría ser un Día de Caridad de mañana soleada donde el aroma a jazmín se extiende por la plaza.

Las flores que hay sobre la mesa este día las envía Ana, cada año, desde hace ya ocho años. Las trae desde la floristería que heredó de su madre. El suyo es un regalo de belleza, agradecimiento y amor. Ana, que ha heredado los ojos de su madre, ha heredado también su generosidad; por eso, cada año, llueva o haga sol, y como siempre con ‘un gracias’, envía un ramito de flores frescas.

“Mi madre- les cuenta a las personas voluntarias de la mesa - estaba muy agradecida a Cáritas Madrid”. A la madre de Ana la ayudaron hace tiempo, cuando se quedó sin trabajo y al cuidado de sus hijos. Llamó tímidamente a una puerta que se abrió de golpe. La escucharon, la acompañaron “y, lo más importante, – enfatiza Ana- le hicieron recobrar la autoestima y la confianza en sí misma; saber que podría seguir adelante hasta cumplir el sueño de tener su propio negocio que ha ido floreciendo con el paso del tiempo”. Estas flores, dice Ana, no son nada comparado con el cariño que sembraron en sus vidas.

Las cosas bellas por fuera, para adornar de color la desesperanza, la vulnerabilidad, el dolor. La belleza de las flores para decorar la solidaridad del Día de Caridad. 

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