Feliz pascua, feliz esperanza
21 de Abril de 2025La ausencia de esperanza conduce al ser humano a la desesperación o a la locura de buscar en uno mismo la satisfacción personal alejándose del otro. En la Pascua se nos invita a recordar la esperanza que nos ha sacado de las tinieblas de la muerte. Una esperanza que nos invita a vivir la vida de otra manera, con otra mirada con otras manos. Unas manos que salvan. Nos han hecho llegar a la redacción de Caritas esta reflexión sobre la esperanza que no defrauda y que queremos compartir con todos vosotros.
La vida nos forja, nos moldea, nos construye a base de golpes, de dificultades, de dolores y sufrimientos que, afortunadamente, se hacen más asumibles gracias a las personas con las que compartimos camino. La vida, aun siendo un regalo maravilloso, tiene amargos sinsabores. No sé si es así cómo debería ser, pero así es. Esta es la realidad, vivir implica cargar nuestra cruz. La cruz representa y simboliza muchas cosas: el asesinato de Jesús, su pasión y muerte, la manera de “ajusticiar” en la época de dominio del Imperio Romano, el ejercicio del poder déspota y autoritario… La cruz nos recuerda todo eso, y algo más, algo mucho más significativo: la entrega, el servicio, el compromiso, el amor concretado y la esperanza.
Existe un mantra muy repetido que dice que “la esperanza es lo último que se pierde”. Quizás, podemos considerar que esta afirmación refleja un cierto optimismo utópico y romantizado. Sin embargo, estoy convencido de algo; la esperanza es una dimensión fundamental en nuestra vida que nos hace atisbar que otro horizonte asoma, que la oscuridad no es más que el indicio de que existe la luz, que la realidad, aunque sea a través de “cosas chiquitas” como afirmaba mi querido Galeano, es transformable. Creo firmemente que las personas somos fuertes, somos luchadoras, somos resilientes, somos capaces de sufrir un duro golpe, acogerlo y seguir adelante. No salimos ilesos, pero sí podemos salir mejores. En esto se concreta la esperanza, una esperanza que debemos reconocer tanto a nivel subjetivo (individualmente) como colectivo (comunitariamente), pues en palabras de Francisco, “Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie” [Fratelli tutti, 137].
Y dice Benedicto XVI que “Según la fe cristiana, la «redención», la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” [Spe Salvi, 1]. La esperanza nos salva porque nos activa, nos fortalece ante el dolor y nos ayuda a vivir de manera responsable y convencida. La esperanza llena nuestra vida de nuevas ilusiones, metas y posibilidades que serán reales en la medida en que las vivamos como tal. No estamos destinados al sufrimiento, sino a la felicidad que, sin duda, es nuestra vocación común.
Hace un tiempo, leí una frase en una ilustración de @eljartista con un mensaje tremendamente revelador (y esperanzador): “no vivas la Semana Santa como si el que tuviese que resucitar fuese otro”. En mi humilde opinión, la Pascua nos ayuda actualizar un mensaje fundamental que debemos testimoniar como seres humanos y cristianos: la esperanza nos salva.