Si es usted pobre, pulse tres

1 de Febrero de 2024

¿Cuánto cuesta, más allá del dinero, alquilar una vivienda? ¿Y si eres migrante¿ ¿Y si tienes hijos? El coste de las familias más vulnerables a la hora de acceder a un vivienda va más allá de las excesivas fianzas o restricciones que les imponen. Lo que más cuesta es mantener la dignidad cuando hacinan a tu familia y arrinconan tus derechos.

Nos los cuentan en esta crónica desde Cáritas Vicaría IV, donde se ha organizado un grupo de discusión con familias migrantes con problemas para acceder o tener una vivienda digna. La falta de cuidado parte, lo cuentan las propias familias, desde la primera llamada donde un contestador te dice que pulses un número u otro en función de tus ingresos. Y soy pobre, ¿pulso tres?

Viernes, dieciocho horas de una fría tarde de enero. Aula de catequesis de la parroquia San Francisco de Paula. Un grupo de seis familias se reúnen con dos técnicos de Cáritas Madrid para hablar sobre sus condiciones de vivienda. Las familias tienen en común que han recibido de Cáritas acompañamiento y, como parte del sus procesos, ayudas para el pago del alquiler. Eso, y que han participado en un estudio sobre hacinamiento residencial.

Intuitivamente todos sabemos que es el hacinamiento residencial: demasiadas personas compartiendo una misma vivienda. O dicho coloquialmente, usando nuestro rico refranero, como piojos en costura o como sardinas en lata. El estudio mencionado evidencia que la práctica totalidad de las familias participantes en el mismo sufren esta situación. 

El grupo de discusión, que es como se llama técnicamente el encuentro del que hablamos, avanza. La timidez desaparece, y los zumos y la bollería que se les ofreció a las familias y que tímidamente rechazaron, van siendo consumidos, al tiempo que la conversación se anima. Al fin y al cabo, hablan de sus vivencias, que son compartidas por todas las participantes.

Vivencias que tienen que ver con el difícil acceso que las personas participantes han encontrado para acceder a la vivienda. Siendo inmigrantes latinoamericanos, en su mayoría, se encuentran con que se les piden nóminas tres veces superiores al precio del alquiler, fianzas de tres y cuatro mi euros, o la imposibilidad de alquilar a familias con hijos. Se han encontrado con situaciones que cuando las narraban recordaban el humor de Tip y Coll o al de Gila. “Llamas a un teléfono para alquilar una vivienda y te sale un contestador. Pulse uno si tiene unos ingreso de entre 1500 y 2000 euros, pulse dos si tiene ingresos entre 2000 y 3000 euros... Sólo falta que te diga pulsa tres si eres pobre”.

Una vez logrado el alquiler, los problemas siguen. Todas las familias participantes tienen humedades en sus viviendas. En todos los casos, los arrendatarios o las empresas aseguradoras ponen todo tipo de trabas o excusas para no proceder a las reformas. Por otro lado, dadas la dificultades económicas, las viviendas son compartidas con otros núcleos familiares o son de reducido tamaño. De hecho, la palabra espacio es una constante a lo largo de la conversación. La  falta de espacio, se entiende.

Vivir así tiene consecuencias. Las personas participantes mencionan las dificultades que encuentran sus hijos e hijas para poder estudiar, y la bajada de su rendimiento escolar. También la falta de intimidad o de las condiciones para un descanso saludable. Estrés. Todas coinciden en decir que vivir así estresa.

El tiempo y la merienda se consumen rápido. Ha habido algunas lágrimas, manifestaciones de impotencia -“querer vivir de otra manera y saber que no puedes”- y de resiliencia, de afrontamiento positivo de las dificultades que se manifestaba en las constantes muestras de humor por parte de estas personas. 

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