«Estad siempre alegres». Tercer Domingo de Adviento

Pilar Algarate 17 de Diciembre de 2023

Lecturas del Primer domingo de Adviento: Primera lectura: Is 61, 1-2. 10-11; Segunda lectura: 1 Ts 5, 16-24. Santo evangelio según san Jn 1, 6-8. 19-28

 

Lectura del santo evangelio según san Jn 1, 6-8. 19-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Corona de Adviento

La tercera vela de la Corona de Adviento. La vela de la Alegría, la «Vela del Pastor». A medida que nos acercamos al día de Navidad, nuestra alegría crece más y más. Nos transporta a la alegre espera de los pastores que viajaron para ver a Jesús en Belén, incluso antes que los magos. En este tercer domingo de Adviento, que la Iglesia llama «Domingo de Gaudete», que significa alegría o alabanza, encendemos la vela y nos alegramos como los pastores.

Reflexión

La liturgia nos invita a entender el espíritu con el que tiene lugar todo esto, es decir, precisamente, la alegría. San Pablo nos invita a preparar la venida del Señor asumiendo tres actitudes. Escuchad bien: tres actitudes. Primero, la alegría constante; segundo, la oración perseverante; tercero, el continuo agradecimiento. Alegría constante, oración perseverante y continuo agradecimiento.

Palabras del papa Francisco

Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida. La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios.  (Ángelus, 6 diciembre 2020)

Preguntas para la reflexión

Que la mirada de Jesús te mueva.

  • ¿Qué telarañas o vendas necesito que Jesús quite de mi mirada? ¿Cómo puedo aprender a mirar con indignación y compasión la injusticia para sanar heridas?
  • ¿Cómo vivir la conversión a la que nos invita Juan el Bautista?

MARCAPÁGINAS CON LA REFLEXIÓN

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