«Cada día doy gracias a Dios por haberme permitido hacer algo más por las familias»

María Ángeles Altozano 3 de Noviembre de 2022

Entrevista a Tetiana Shkurenko, una de las traductoras de ucraniano de Cáritas Madrid

Así agradece Tetiana el poder hacer de traductora para las familias ucranianas. Comparte con ellas un mismo idioma, una misma patria, un mismo dolor. Aunque ella no llegó hace unos meses, sino hace cinco años; tampoco salió de improviso y con tan solo un pasaporte y un teléfono, como muchas familias ahora, sino que pudo meditarlo. Vino con su marido y su hija porque ya entonces la situación en Ucrania no era fácil, «la guerra no ha empezado ahora, es algo que lleva gestándose años».

Cuando llegas, «lo más difícil es el idioma, porque te sientes perdido». Recuerda cómo puso todo su empeño en aprender español dando clases y leyendo, y cómo su marido se reía cuando iba en Metro y cerraba los ojos para concentrarse en las conversaciones de la gente y así aprender de los diferentes acentos. Ese empeño hizo que aprendiese a hablar en seis meses.

Tetiana sigue con dolor, pero con esperanza, las noticias que llegan desde Ucrania, «donde se espera un invierno frío y la situación es dura, pero esperemos que todo se tranquilice a final de año, tenemos que hacer todo lo posible por salvar a la gente». Cuando analiza la situación, asegura, «estamos perdiendo todos, porque todo lo que se ha invertido en armas podríamos haberlo usado para medicinas, para encontrar cura a enfermedades, para reciclar…».

Sincera y humilde, se ha convertido en un referente para las personas que llegan, no solo porque las ayuda, sino porque las entiende, sabe porque ya lo ha vivido que las gestiones y la cultura aquí son diferentes, que es complicado homologar títulos, que se extraña la familia, los amigos y hasta la comida. Tetiana no solo traduce palabras, sino que es capaz de traducir el dolor que encierra una sonrisa, o el agradecimiento que hay tras un abrazo. Ve con satisfacción cómo van evolucionando, cómo empiezan a integrarse, a superar miedos o a aceptar ayuda, algo que les ha costado porque así define Tetiana a sus compatriotas «las ucranianas son personas tranquilas, trabajadoras y muy acostumbradas a esforzarse y salir adelante por sí mismas, por eso les cuesta tanto pedir ayuda».

 «Nada es fácil cuando llegas, pero la vida es así, tienes que aguantar para seguir adelante», nos dice con resignación Tetiana, que anima a las familias diciéndoles que «aquí están a salvo, viven, sus hijos pueden aprender un nuevo idioma…; se trata de sobrevivir, de tener una meta futura, de que aprovechen este tiempo para hacer todo lo posible por sobrevivir para luego poder volver a casa».

Una meta que ella también comparte. Antes de la guerra no pensaba en volver, porque veía que nada cambiaba en Ucrania, pero ahora, nos dice con ilusión, «cuando todo acabe, sí que quiero volver, porque veo cambios en positivo, creo que saldremos reforzados y podremos reconstruir algo bonito». Como los campos y parajes naturales que tanto echa de menos, como su patrimonio de castillos o palacios que le gustaría que fuesen conocidos, más allá de los campos de batalla.

 

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