«Mi prioridad a medio plazo es volver, pero a corto plazo tengo que adaptarme a vivir aquí, hay que luchar, no queda de otra»

María Ángeles Altozano 24 de Octubre de 2022

Inna Uliashova y su hija viven en el residencial JMJ, mientras tratan de adaptarse a su vida en Madrid hasta poder volver a reunirse con su marido.

Inna se abrazada a su hija, mientras su mente viaja por momentos hasta Ucrania. Es un abrazo revelador. Abrazar la vida, aferrarse al amor, al ahora que les toca vivir lejos de su casa, pero en calma.

En Ucrania era profesora de inglés, tenían un hogar y una rutina que extraña. Ahora su ciudad está sumida en pleno conflicto. Habla casi a diario con su familia que se ha quedado allí. Pero se ve en sus ojos, emocionados, que no es suficiente. Ella y su hija están ahora en Madrid, viven en el residencial JMJ de Cáritas Madrid, donde están «contentas de tener un apartamento bonito y luminoso para las dos». Están a salvo. Su marido, como la mayoría de los hombres ucranianos, no pudo salir.

Inna también cuenta aquí con otro apoyo. El de su hermana que ya vivía en España antes de que empezase la guerra. Por ella tenía una idea de cómo era el país, su gente y sus costumbres. Hablaban entonces, de lado a lado de las fronteras telefónicas, de una vida que, accidentalmente, le ha tocado en estos momentos descubrir por sí misma. Esto ha sido lo más fácil de una situación donde «nada es fácil» afirma segura y sonríe—. «He podido apoyarme en mi hermana que me ha ayudado mucho para arreglar la documentación, hacer gestiones, solicitar ayuda y organizarnos para vivir en Madrid». Y lo que más duro le ha resultado en este proceso de adaptación «ha sido buscar un alojamiento y sobrellevar este clima tan caluroso» —y ríe de nuevo—.

Cuando le preguntamos cómo está nos dice: «Ahora, después de cuatro meses, estoy mejor, mi hija y yo estamos más tranquilas. Esto me ayuda a plantearme otras metas, como aprender el idioma». Nos cuenta Inna que de las experiencias más bonitas que han tenido aquí, y que más le ha ayudado, ha sido las vacaciones de verano en Galicia junto a otras familias ucranianas. «Quiero dar las gracias a todos los voluntarios y a los organizadores de Cáritas, porque me han dado la oportunidad de compartir con familias como nosotras, de estar con ‘mi gente’, y bailar y reír y hablar en ucraniano». En estas vacaciones se han organizado actividades de las que Inna destaca «pasear por el campo, en medio de la naturaleza». Este espacio ha sido un respiro donde las familias ucranianas «nos hemos olvidado por completo de los problemas y de la situación de Ucrania».

Ya de vuelta a la nueva rutina, qué planes tiene Inna. Nos responde con contundencia que «volver a Ucrania cuando acabe la guerra para reconstruir y renovar el país; allí lo dejé todo, mi marido, mi casa, mi familia, amigos… mi vida» su hija la mira en ese momento y se abrazan, el amor es sin duda el único remedio para alejar el dolor—. Estos son sus planes a largo plazo. Pero, añade, «entiendo que no sabemos cuánto va a durar la guerra, por eso mientras tanto sé que tengo que adaptarme a esta nueva situación, vivir mi vida aquí; tengo que hacer todo lo posible por integrarme, conocer la cultura, aprender el idioma, relacionarme…». Vivir, en definitiva. «No tengo otra opción, ahora mismo hay que luchar, no queda de otra».

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