Un año después, es posible tener un hogar, un empleo y seguir soñando
Maria Angeles Altozano 22 de Octubre de 2025“Somos los hijos de la nada”. Me lo decía Luisana hace ahora un año. Así definía a las personas que, como ella entonces, habían dejado atrás a su familia y habían perdido su hogar. Luisana era una de las personas que participó ofreciendo generosamente su testimonio en la rueda de prensa con motivo de la Campaña de Personas sin Hogar. Era una persona sin hogar. No fue fácil sentarse ante los medios con aquella etiqueta, “sentí temor y vergüenza”. Pero le pudo más pensar que era una manera de dar visibilidad a su situación y a la de tantas personas. “Me sentía vulnerable, pero también parte de un grupo poco visibilizado; esa etapa fue para mí un despertar a otras realidades”.
Ahora, a punto de salir del piso donde reside temporalmente, y de seguir su camino de forma autónoma, la situación es muy distinta. Tiene un trabajo y expectativas de tener un hogar propio.

¿Qué ha pasado en este tiempo? En este tiempo, han evolucionado su situación y su manera de ver las cosas. Estaba entonces en CEDIA, el centro de Cáritas Madrid donde se orienta a personas sin hogar y donde se les ofrece un espacio para descansar, asearse o participar en talleres. Llegó allí después de haber pasado noches en la calle donde confiesa que pasó “verdadero miedo”. Había llegado hacía diez meses desde su país, Venezuela, huyendo de la violencia. A sus 34 años dejaba tras de sí familia y un buen trabajo. En sus zapatos traía formación, juventud y sueños –como nos recuerda el lema de la Campaña de Personas sin Hogar de este año, Sin hogar, pero con sueños–. Y tras ellos vino en busca de lo que “quiere cualquier persona –nos decía entonces– una vida feliz, un trabajo, una casa, una familia…”.
Pese a lo duro de la situación no perdió ni la esperanza ni su amplia sonrisa. Ha pasado por trámites administrativos no fáciles hasta conseguir regularizar su situación y permiso de trabajo. En este proceso se ha encontrado con muchos síes, y con algún que otro no. Asegura haber conocido a “personas maravillosas, incluida toda la gente de Cáritas, que han sido esenciales en este caminar”. Y caminando, sus sueños la han traído hasta la situación actual en la que su sonrisa es, si cabe, más amplia. “Estoy muy feliz y muy plena”, afirma tajante.
Luisana tiene un trabajo que la motiva y sobre todo que le ha permitido salir de la situación de sin hogar. En Cáritas diocesana de Madrid, además de ofrecerle un espacio de escucha y un alojamiento temporal, la acompañaron a través del Servicio Diocesano de Empleo. Y fue a partir de ahí donde se abrió una puerta nueva. La derivaron para que participase en un proceso de selección de personas que Inditex ponía en marcha, junto a entidades sociales de toda España, para dar una oportunidad de formarse y trabajar a mujeres adultas, en la ciudad de Madrid. “Todo conspiró a mi favor, en Cáritas me ayudaron a prepararme y pude optar al puesto”. Así contado parece fácil, pero el proceso requería de compromiso, entrega y ganas, como las que puso ella. “Ha sido un proceso cuidado y con mucho mimo, y esto me ha permitido que ahora pueda ir a trabajar con ilusión, y con el deseo de que nunca pierda esta ilusión. Llevo cinco meses contratada, con unas condiciones de trabajo dignas, en un espacio donde aporto y donde me siento valorada”.
Le pregunto a qué cree ella que se ha debido esta oportunidad, si cree en la suerte, y su respuesta es tan clara como su mirada. “En la suerte no creo, creo en la aptitud y actitud, es cuestión de ver la oportunidad y aprovecharla, de ser agradecida, y de tener muchas ganas; aquí la actitud es más de la mitad del camino, te abre muchas puertas”.
Nos dice que a quienes están en la situación en la que ella estaba les diría que amplíen su mirada, más allá de la mala situación que atraviesan. “Hay gente que de verdad quiere ayudar, pero hay que ser paciente y sanar; hay que tener un espacio de reconciliación con uno mismo y tener un espacio, no de entender, porque hay muchas cosas que no se entienden, pero sí de aceptar lo que ha pasado y darle la vuelta para enfocarlo a mejor, para ver qué se puede aprender de lo pasado y qué se puede mejorar”. Resiliencia, diríamos.
Le he recordado aquello que me decía la primera vez que la entrevisté, que la situación difícil por la que pasaba “me permitirá hacer las cosas de manera distinta, para convertir la arena en perlas”. Luisana, ¿ha sido así? “¡Sí, somos máquinas alquimistas, convertimos en oro! –me contesta entusiasmada–; aunque el proceso es fuerte, incluso doloroso, el resultado es maravilloso, sigo creyendo en esa frase. Siempre hay que convertirlo todo a favor”.
Ahora Luisana está en otra etapa, “una vez cubierta las necesidades básicas, estoy más enfocada en mi crecimiento personal, quiero estudiar algo más, pienso en tener a mi familia cerca y en crear mi propia familia acá; también me gustaría ampliar mi red de amistades porque, aunque está muy bien tener un trabajo y un hogar, hay cosas más allá, y la soledad a veces pega fuerte, sigo estando sola y emocionalmente es duro – y se hace un silencio que brota de la nostalgia–“.
Paso a paso. Sueño a sueño. ¿Con qué sueñas? “Trato de hacer de este sitio mi hogar”.
Comparto contigo el sueño de que un año después, cuando volvamos a hablar, Luisana, tus sueños y los de tantas personas que ahora no tienen hogar, pero sí sueños, se cumplan.