En el principio existía el Verbo
10 de Marzo de 2025Por Antonio María Gonzalez Gorostiza
La palabra, como fundamento filosófico de la creación del mundo, como germen ulterior a toda naturaleza, un concepto anterior al propio significado aprehensible. Sin la palabra no veríamos el mundo y por la palabra podemos vivir en él.
A pesar de la importancia que la filosofía da a la palabra, a pesar del tiempo que los lingüistas han dedicado a estudiarla, a pesar del provecho que se saca de su manipulación, la palabra no se encuentra en su momento de mayor esplendor.
La palabra es capaz de trasmitir conocimientos, de coordinar esfuerzos, de establecer puentes. Es fortaleza, pensamiento, deseo, comunicación, humanidad, amor, caridad. La palabra es paz.
Y si nos olvidamos, de la palabra, porque ya no nos sirve, porque es más eficiente la acción impulsiva, las consignas, la llamada de la jauría. Porque tenemos poco tiempo, queremos ir al grano y conseguir lo máximo de forma apremiante, sin abrir los ojos, sin mirar a lo otro, sin pensar.
Si nos olvidamos de la palabra, nos olvidamos de nosotros mismos. Las prisas nos empujan al abismo, pero, solo a los que hemos decidido ahorrarnos la molestia de hablar, conversar, pasar la vida compartiendo, comunicando.
Así que, el poeta, ese que se pasaba la vida hablando de mariposas y besos, llamaría a los cuatro vientos, convocándolos para que no le quitemos la palabra, para dejarla en su boca, en la nuestra, en los labios expectantes, en los hombros anhelantes del abrazo, en las almas atribuladas, en las lágrimas que se escapan cuando el recuerdo rescata el dolor dormido. La palabra que se escapa entre risas en la fiesta, la palabra de la madre, la del niño. La del canto, la del baile. No me quites la palabra, porque me moriría.