"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" Jn 6, 51-58
Pilar Algarate 18 de Agosto de 2024Lecturas del Domingo XX del Tiempo Ordinario: Primera lectura: Prv 9, 1-6; Segunda lectura: Ef 5, 15-20; Evangelio: Jn 6, 51-58
Lectura del Evangelio según san Juan 6, 51-58
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabras del papa Francisco
El pasaje evangélico (cf. Juan 6, 51-58) nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, después de haber dado de comer a una gran multitud con cinco panes y dos peces: la multiplicación de los panes.
Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, viene a nosotros donado gratuitamente en la mesa de la eucaristía. En torno al altar encontramos lo que nos alimenta y nos sacia la sed espiritualmente hoy y para la eternidad. Cada vez que participamos en la santa misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo en la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos qué es la vida eterna. Esta es vivir por el Señor: «el que me coma vivirá por mí» (v. 57), dice el Señor. La eucaristía nos moldea para que no vivamos solo por nosotros mismos, sino por el Señor y por los hermanos.
Jesús, como en aquel tiempo, también hoy nos repite a cada uno: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (v. 53). Hermanos y hermanas, no se trata de una comida material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios. Cuando hacemos la comunión recibimos la vida misma de Dios. Para tener esta vida es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos. Frente a la invitación de Jesús a nutrirnos con su Cuerpo y su Sangre, podremos sentir la necesidad de discutir y de resistir, como hicieron los que escuchaban de los que habla el Evangelio de hoy. Esto sucede cuando nos cuesta mucho modelar nuestra existencia sobre la de Jesús, y actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo. Nutriéndonos con este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, como sus sentimientos, con sus comportamientos. Esto es muy importante: ir a misa y comunicarse, porque recibir la comunión es recibir este Cristo vivo, que nos transforma dentro y nos prepara para el cielo. (19 de agosto de 2018)
Preguntas para la Reflexión
-¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? -¿Qué sentimientos despierta en ti?
-Dios continuamente se está comunicando, ¿cómo crees que se comunica contigo? ¿cómo vives esos momentos?.
-Jesús permanece con nosotros en el Misterio Eucarístico, ¿cómo es tu vivencia de la eucaristía? ¿Visitas a Jesús regularmente en el Sagrario?
-Eucaristía y acción caritativa deben ir de la mano, ¿están unidas en tu vida? ¿cómo con viertes esto en realidad en tu día a día?
Oración
Señor, gracias por tu presencia en el Sacramento de la Eucaristía.
Gracias por hacerte tan cercano y palpable.
Gracias por querer alimentarme desde lo hondo.
Gracias por querer ser parte de mí, por querer habitarme.
Gracias, Jesús, porque eres mi refugio, mi confidente, mi acompañante, mi esperanza, mi fortaleza, mi consuelo, mi Salvador.
Bendito y alabado seas, mi Señor. Tú te desvives por mí, compartes tu vida y tu riqueza conmigo para darme vida plena.
Comulgar contigo, estar en comunión contigo, me lanza a darme y compartirme con mi prójimo herido, me impulsa a compartir mi tiempo, mi cariño, mi compañía, mi energía, mi amor, y devolver a los demás todo lo que tú me regalas.
Mi Señor Jesús, mi SALVADOR, alimentándome siempre de ti, mi anhelo es llegar a vivir en unidad contigo, para que tu Amor vivo me inunde, y sea uno más de tus Testigos.
AMÉN