El pez sin samaritano
Cáritas Madrid 18 de Junio de 2014
El Arciprestazgo de San Pablo de la Vicaría IV se ha sentado a reflexionar sobre lo realizado durante este curso, en las acogidas parroquiales y proyectos, analizando lo que hay qué mejorar y las acciones nuevas a desarrollar.
El Arciprestazgo de San Pablo de la Vicaría IV se ha sentado a reflexionar sobre lo realizado durante este curso, en las acogidas parroquiales y proyectos, analizando lo que hay qué mejorar y las acciones nuevas a desarrollar.
Cáritas Madrid. 18 de junio de 2014.- Llegamos al final de curso escolar, y nuestras acogidas parroquiales y proyectos comienza a hacer memoria y programación, como ha sido el caso del Arciprestazgo de San Pablo de la Vicaría IV de Cáritas Madrid.
El encuentro ha tenido lugar en la Parroquia Patrocinio de San José, donde don Antonio, el párroco ha dinamizado la oración con un vídeo titulado “el pez sin samaritano”. Una parábola sobre las excusas y motivos de no ayudar a los demás.
Escribimos estas líneas con la parábola “El pez sin samaritano”
Érase una vez...
El oleaje era muy fuerte y un pez fue arrojado a
la playa. Por más intentos que hacía no podía volver al agua
Desesperado empezó a pedir ayuda.
Un caballero muy elegante y educado pasó por allí... Pero estaba ocupadísimo: “perdone, pero ya van a cerrar el banco; lo siento, amigo, usted comprenderá...”
El pez comprendió.
Después pasó por allí un filósofo ensimismado en profundos dilemas.
El pez suspiró aliviado. Le costó captar su atención; “¿por favor, me podría ayudar a volver al agua?”
El filósofo dijo para sí: “Veamos; si yo le ayudo...¿Con qué objetivo? Además habría de considerar con que medios. Pero si le ayudo probablemente él... Si no le ayudo, aumentan las posibilidades de que... Mejor, definamos claramente los conceptos...
Al pez se le secaban cada vez las agallas y se le hacía más difícil respirar. Por fin divisó una dama que parecía muy gentil.
“¡Perdone, señora, pero estoy en un serio aprieto. Necesito volver pronto al agua porque me estoy asfixiando. ¿Por favor!...”
“Sí, sí; me parece que estás en una situación terrible. Pero cuéntame cómo te pudo pasar esto.” El pez le explicó cómo había sucedido su desgracia y la urgencia por volver al mar para atender a su familia.
“Ahora, comprendo mejor tu problema. Pero ciertamente que tú eres el culpable de todo esto que te está pasando. Además ¿qué vas a hacer para que esto no te vuelva a suceder?”.“No me gustaría que te acostumbraras a depender siempre de los demás. ¿Por qué no intentas hacer algo, para ayudarte a ti mismo? Piénsalo; luego volveré”.
Al pez se le nublaba la vista. Pero vio cómo la mujer se alejaba. “Vaya, no se me había ocurrido pensar si esto me sucedió por culpa mía. Pero ahora me cuesta muchísimo pensar.”
También por allí pasó un joven, escuchando su personal stereo. “¡Auxilio! ¡Ayúdenme, por favor!...” Pero ya no le quedaban fuerzas para gritar.
Y el pez murió. Después de un rato, reventó una ola con gran estrépito; envolvió al pez en sus brazos de espuma y lo arrastró para sepultarlo entre las rocas del fondo.
Volvió la mujer, como no vio al pez, dijo sonriendo “Menos mal que hizo caso a mi consejo: cuando uno se lo propone, se las arregla solo”.