El paro y la Doctrina Social de la Iglesia

Cáritas Madrid 10 de Abril de 2016

Mi amiga Julia me confiesa que no puede más. Se ha quedado sin ahorros, se ve empobrecida y empobreciendo a sus hijos...

Mi amiga Julia me confiesa que no puede más. Se ha quedado sin ahorros, se ve empobrecida y empobreciendo a sus hijos. No sabe cómo salir a flote a sus 43 años y cuatro de paro. Mira alrededor y solo siente silencio,  invisibilidad, dependencia, impotencia. Dice que “sobra”. Y Como ella, miles sobreviven entre contratos y despidos tan fugaces como las semanas, cada vez más alejados de ese grupo de los “indefinidos”, hundiéndose poco a poco, dependientes de  ayudas, limosnas o contratos insuficientes. Pertenece a esa multitud  de historias personales acalladas por el pensamiento único dominante. Y  se coloca en el corazón de nuestra Iglesia que se despliega  queriendo atender esta realidad. Por eso, y es su misión, atiende, paro quiere ir a más: da pistas para leer la realidad con ojos de Evangelio y luces largas para caminar con toda la sociedad desde donde Dios nos pide. La DSI (Doctrina Social de la Iglesia) en este sentido no surge como  una teoría, es un estímulo que nos pone en el disparadero de iluminar, desde el Evangelio, una práctica especial de la caridad.  La DSI expresa ese dolor de la Iglesia por Julia y por la dignidad de cada persona  para encaminarnos hacia la consecución del bien  común como plan de Dios.

 

La DSI nos propone principios y claves para valorar la complejidad de la situación del desempleo:

Y no es una cuestión menor esta del desempleo. En cada momento La Iglesia manifestó ante el trabajo una estima contracultural. Son muchos los documentos que en cada época lo han retratado hasta  llamarlo “Evangelio del trabajo” (LE6), y hacer de esta no un aspecto más, sino  el centro de la cuestión social, (LE 33). En todos ellos, como música de fondo, escuchamos que el trabajo nos hace. Si, nos hace más personas(MM256), más capacitados para sustentar la familia, más vocacionados para servir a la sociedad. Mediante el trabajo el ser humano continúa la obra creadora de Dios estableciendo un puente entre el hombre y la naturaleza. (LS128) .Por eso, escuchado desde la vida Julia, como dice Benedicto XVI «el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual» (CV, 25).

 

La DSI  nos da cristales para poder ver la realidad y analizarla desde las claves evangélicas, donde la dignidad humana  sale a primera línea y se siembra a en las diversas vertientes de la familia humana.

 

En definitiva el trabajo dignifica a la persona. El desempleo o el empleo precario es un muro para conseguirlo frente a  tantos "sistemas sociales, políticos y económicos que han hecho que ese trabajo signifique aprovecharse de la persona"(mensaje del 1º de mayo 2013). Con lo que el paro cuestiona fundamentalmente el modo de organizarnos y de mirar la política, la economía y la cultura y la vida familiar. La primera razón es que el desempleo en sus diversas manifestaciones, mirado en  su realidad personal,  conduce a la pobreza. Benedicto XVI  lo denunciaba: «Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), bien porque se devalúan los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia» (CIV 63).

 

Todos somos Julia, podíamos decir aquí. En la vertiente social, la DSI lanza denuncias y propuestas a los diversos agentes sociales ante la realidad del desempleo o del empleo precario.


Para ver la raíces del desajuste que se produce, Juan Pablo II hacia una radiografía social diciendo  que el trabajo tiene una dimensión subjetiva (el sujeto que trabaja) y una dimensión objetiva (el producto del trabajo). Eso lleva a  denunciar a un sistema que está más pendiente de los bienes que se  producen que de las personas que están llamadas a producirlos (LE 6). Este es un mal negocio para la sociedad según el plan de Dios.

 

En la Gaudium et Spes (ver n° 64, 65, 67) aparecen unos principios fundamentales que deben ser tenidos muy en cuenta para establecer un giro a nuestra forma de vida. Entre otras cosas, dice valientemente: «es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente» (n° 67).


Para la DSI la realidad política está llamada a realizar técnicamente bien su cometido. Se debe tender a resolver ante todo los problemas de paro estructural por ser los más graves, favoreciendo, por ejemplo, la creación y ampliación de empresas (GS 64), la  contención de una flexibilidad laboral desbocada, o la creación de “empleo decente” (ver CV 63) , hasta  llamar a una “coalición mundial a favor del trabajo decente”(CV 25, 63-64).

Lo que se pide es poner medios para  modificar las estructuras. Esa llamada no es la que más gusta ni a los políticos ni a determinados grupos. Pero se trata de hacer Política con mayúscula según los principios y valores asentados en esta enseñanza de la DSI, que mira hacia un modelo sostenible  y humanizado de garantías sociales, de retribución, de pensiones….


Desde la vida económica  Julia  necesita Esperanza, prioriza  en general la DSI. Propone iniciar gestos y mecanismos que generen  una corriente liberadora que nos lleva a decirle en voz alta que hay luz (EN 38).  No vivimos en un mundo determinado por los mercados y las leyes económicas. Es necesaria la regulación de los mercados y los excesos, contener la flexibilidad laboral  y buscar alternativas a la precariedad en el empleo.  La DSI presenta a la economía la guía de  los principios de la justicia y la caridad, evitando la acaparación de recursos, teniendo en cuenta la realidad del paro a la hora de plantear inversiones  y cooperando en todo con el Estado  y los sindicatos  para que se busquen nuevas salidas.

 

El clásico conflicto entre el capital y el trabajo se nos presenta aquí teniendo en cuenta el sufrimiento causado por la injusticia y la deshumanización. Debe existir complementariedad. "No se puede separar el "capital" del trabajo ni contraponer el trabajo al capital, ni el capital al tra­bajo" (LE 13).


Además “algunos todavía defienden las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión… expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante( EG54).  


Hay esperanza: los mercados los mueven personas, las leyes las dictan hombres y mujeres  reales que hacen que el paro tenga remedio. Por eso la solución no se contempla solo  un problema técnico. Es un problema ético y espiritual.


Es sanar la cultura del “descarte”  que se ha multiplicado en los últimos decenios, como si se aceptase como natural el desprenderse de las cartas menos necesarias (ver EG 53).Desde aquí la DSI plantea la solución global donde no podemos esperar que sea el juego del mercado quien lo autorregule. Se propugna siempre una economía y una cultura mucho más participativa  que se ponga al servicio de las personas  y que sepa mirar al bien común.


La DSI nos da pistas y valores para, con tantos como Julia, tomar postura, cambiar y elaborar propuestas  concretas.


¿Nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» (el pecado del «habriaqueísmo») como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera? (EG 96).La sociedad al completo está implicada en el futuro.  De la mano de la DSI, le decimos a Julia y a todos que hay esperanza pues es posible desplegar toda nuestra potencialidad humanizadora. No vale el sálvese quien pueda.

 

Si esta vida y este dolo llegan al corazón necesitaremos conocer la reflexión de la Iglesia para concretarla en cada lugar y ponerla en marcha. Necesitaremos proponer a las personas valores de esperanza y realidades que están siendo escondidas. Lanzarnos  desde la solidaridad a aislar la precariedad laboral  y sanar  las relaciones sociales. Hacer de los trabajadores y desempleados sujetos de la actividad productiva. Expandir el principio de solidaridad  tanto entre los que sufren el desempleo  como entre los diversos agentes sociales. Hay muchos gestos y brotes que la DSI anima para corregir abusos y sanar la dignidad perdida.  Así  recuperaremos la fraternidad y la participación en la vida social, donde el otro no es rival, ni nos quita ayudas o trabajo,  sino  colaborador en la construcción de un futuro común.

 

Es posible, Julia.

 Don José Cobo

Vicario Episcopal  Vicaría II

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