El día a día de quienes acogen

22 de Septiembre de 2023

Por María José Álvarez López

Estamos en la Vicaría I reunidos con Elena, la persona de apoyo a la intervención de la vicaría que también acompaña el proyecto «Buen Samaritano»; con Sara, trabajadora social de la Acogida Central y con Javier y Óscar, voluntarios del «Buen Samaritano» y en la Acogida Central, respectivamente.

La Acogida Central es un servicio de Cáritas Diocesana de Madrid, gestionado desde la Vicaría I, con la misión de acoger, valorar y dar respuesta a las personas que solicitan algún tipo de ayuda en la sede central de Cáritas Diocesana. El proyecto «Buen Samaritano» pretende facilitar las gestiones administrativas básicas y dinamizar las relaciones sociales, para que se conviertan en relaciones de ayuda que mejoren los procesos de integración de las personas inmigrantes.

El último día de agosto nos sentamos a media mañana alrededor de una mesa para intentar conocer mejor la labor que realizan y los desafíos que se les presentan en su trabajo diario. Nos cuentan que reciben muchas peticiones; llegan desde las parroquias, a través del boca oreja, o desde los múltiples  canales que ofrece la web corporativa de Cáritas Madrid, especialmente el correo electrónico y también por teléfono. Hablan de que algunos solicitantes de ayuda acuden presencialmente, y no son pocos. Concretamente, el año pasado atendieron a casi seiscientas personas que fueron directamente a la vicaría I a pedir ayuda. Hablamos de personas latinoamericanas procedentes en su mayoría de Venezuela, Colombia y Perú. En concreto, nos cuentan que la llegada de personas peruanas se ha incrementado mucho a raíz de la inestabilidad política y social en la que está sumido actualmente el país. Preguntamos por las diferencias en el trabajo de acogida que realizaban antes de la pandemia y el que realizan actualmente, y responden que los inmigrantes que entonces llegaban a nuestro país, sobre todo colombianos y venezolanos, solicitaban asilo en el aeropuerto o en comisaría, y se les facilitaba en el momento. Pero el gran cambio se produce ahora, nos dicen, por el aluvión de solicitudes de asilo que colapsan los servicios sociales y los recursos de las administraciones públicas.

Nos cuentan que la gran mayoría, aunque migren por causas económicas o de exclusión social, no se plantean solicitar un arraigo familiar y apelan a causas de persecución política para solicitar un asilo con el que piensan que podrán regularizar su situación más rápidamente, «de antes, que la gente venía con su visado o su solicitud de asilo, a ahora, es un tema desbordante, esto está desbordado». En las consultas que atienden sobre este tema, el equipo de Vicaría I reconoce que muchos no cumplen los requisitos para conseguir asilo en nuestro país, lo que los coloca en una situación de espera más vulnerable que nada tiene que ver con las expectativas de progreso con las que vinieron a España. Nos hablan de la saturación en la petición de citas de asilo y de la picaresca que ha generado, como la venta de citas o la creación de aplicaciones para realizar llamadas non stop de las que se ha hecho eco la prensa últimamente.

Respecto al perfil de las personas inmigrantes que atienden, las de Perú vienen con menor cualificación y «desde Venezuela y Colombia te vienen los dos extremos, gente con muy poquita preparación, pero también vienen profesores de universidad, directores de sucursales bancarias, que son casos claros para poder demandar asilo político». En las charlas del proyecto «Buen Samaritano» en las que les ayudan y orientan con las gestiones  administrativas, Elena y Javier tienen a veces la sensación de que algunos no se han enterado de nada. «Compartimos con ellos el mismo idioma, aunque la forma de hablar, las diferencias culturales, el trauma y desarraigo fuerte con el que vienen dificulta el entendimiento, pero les damos la bienvenida, les hablamos desde la tranquilidad y les cambia la cara. A veces, alguno se nos ha dormido en la charla; se sienten en un lugar seguro y se relajan». Organizan una sesión semanal en la sede de Cáritas Madrid y otra en el Centro Arciprestal de Alcobendas, son charlas de hora y media para entre diez y quince personas por las que ya han pasado más de ochocientas en el año y medio de vida que tiene el proyecto. En ellas les cuentan desde cómo interactuar con la policía, cómo sacar tarjetas tarjetas de salud, cómo hacer el empadronamiento, cómo escolarizar a menores o cómo homologar títulos, hasta cómo comprar comida barata o qué hacer en los supermercados. En las charlas les insisten mucho en la necesidad de crear una red social con la gente, de integrarse y relacionarse con otras personas, de hablar con los vecinos, aunque desgraciadamente también tienen que advertirles de personas que intentan aprovecharse de los inmigrantes y de su vulnerabilidad.

En los meses de verano la Acogida Central atiende a menos personas; la razón es que la mayoría de las personas inmigrantes llegan en avión y las tarifas aéreas se encarecen, así que esperan a la bajada de precios. Llegan algo más de mujeres que hombres con edades entre 30 y 40 años, y familias enteras que lo que más necesitan es un recurso habitacional, un techo bajo el que cobijarse. Son personas que huyen de la miseria, de la violencia o de las dos cosas y «cuando llegan la mayoría de ellas no tiene alojamiento, vienen con un día pagado de hotel, dos como mucho, y están en situación de calle y sin recursos económicos. A lo mejor tienen cien euros para pasar tres meses una familia entera».

El equipo se lamenta de la sobrecarga de peticiones y de la falta de recursos de las administraciones públicas para atenderlos. Nos hablan del colapso para tramitar la residencia o para conseguir un permiso de trabajo, y de la consiguiente exclusión que generan los meses, o años, necesarios para regularizar su situación. Reconocen que a veces es difícil no empatizar con determinadas situaciones de máxima vulnerabilidad, pero son esas situaciones las que los reafirman y animan a seguir adelante, a comprometerse más. Elena nos dice que en esos casos tiende a hacerse preguntas e intentar buscar soluciones «que a veces son simplemente estar ahí al lado, acompañar y en Cáritas, gracias a Dios, tenemos recursos para hacerlo». Con las administraciones públicas sufren más decepciones; reconocen que están desbordadas y cerca del colapso y que es muy frustrante dejarse literalmente la piel para intentar un día que una persona inmigrante no duerma en la calle y no poder conseguirle una plaza de albergue. De hecho, en varias ocasiones son las propias administraciones públicas las que derivan a Cáritas a personas inmigrantes que ellas no pueden atender.

Así es el trabajo que realizan en la Vicaría I para acoger, valorar y dar respuesta a las necesidades de personas inmigrantes. Una hora de charla con Elena, Sara, Javier y Óscar que nos ha acercado un poco más a su día a día.

Galería multimedia

#migracion #CompromisoSolidario #Acogidacentral #caritasVicaria1 #BuenSamaritano
Leer Compromiso Solidario septiembre 2023
Volver