El color y la riqueza de la caridad

3 de Mayo de 2022

Nos acercamos a conocer a otra de las congregaciones religiosas que colaboran en proyectos de Cáritas Diocesana de Madrid, las Hermanas de la Congregación Misioneras Siervas del Espíritu Santo que conforman uno de las llamadas Comunidades de vida —grupo de religiosas que conviven con las personas y familias integradas en los proyectos, apoyando al resto del equipo de personas contratadas y voluntarias—. Las Misioneras Siervas del Espíritu Santo se han convertido en una segunda familia para las mujeres que acuden al Centro de Atención a la Mujer Concepción Jerónima de Cáritas Madrid.

Por María Ángeles Altozano

Esta congregación nace en 1889 en los Países Bajos con una clara vocación de servicio, ser parte de la labor misionera de la Iglesia. Están presentes en varios países y apoyan diferentes proyectos de atención, acompañamiento y formación de personas vulnerables de la sociedad. Ellas definen su misión como «anunciar el amor y la misericordia de Dios a todas las personas, y especialmente a las más pobres».

Con este mismo sentido, las Hermanas conviven en Concepción Jerónima al lado de otras mujeres que han sido invisibilizadas. «Somos —aseguran— unas privilegiadas, porque hemos sido consagradas para hacer lo que Jesús ha hecho; y, si Dios nos ha elegido, nos ha dado esperanza, no podemos guardárnosla, tenemos que compartirla con los demás».

Con una sonrisa nos abren las puertas del Centro, de su casa y de su corazón las hermanas Carmen, Elena, Manyu, Clara y Marcela. Todas ellas diferentes, de distintas edades y nacionalidades, pero que desprenden una misma luz de humanidad y cercanía. Alrededor de la mesa de su salón, charlamos.

Compartir la Buena Noticia, compartir espacio, compartir Amor

El carisma de las Hermanas del Espíritu Santo es compartir la Buena Noticia del Evangelio con todos los pueblos, en todas las situaciones. «Por carisma nos movemos por el mundo; haya o no llegado a ese lugar o a esa persona el mensaje de Jesús, nosotras lo hacemos presente, lo compartimos» —nos dicen las Hermanas cuando nos cuentan en qué países tienen presencia y dónde han estado ellas—. Y este mismo carisma que se respira en la casa, se replica en el Centro.

Con las mujeres que acuden a Concepción Jerónima comparten tiempo, espacio, risas, algunas lágrimas… Mujeres con trayectorias de vida diferentes, duras la mayoría de las veces, que tienen este Centro como punto de encuentro y atención. Aquí lavan su ropa, calientan la comida que traen en un táper, o simplemente se sientan a compartir el café con las Hermanas.

Les preguntamos cual es la principal motivación para estar en este proyecto. Sabemos que no siempre es fácil. Y la respuesta es tan simple como «ver a las mujeres sonreír». Aquí atienden desde por la mañana hasta que cierran el centro al anochecer a unas cuarenta mujeres cada día. Se trata en muchas ocasiones de mujeres sin lazos familiares, que no tienen un hogar o un lugar donde pasar la noche, o con problemas de salud mental o de adicciones. Pero, al cruzar el umbral de la puerta, entran en un espacio de cariño, calma y escucha. Un lugar de desahogo donde se sienten seguras.

Las Hermanas nos dicen que trabajar aquí les ayuda más a ellas mismas que a las mujeres. Nos cuentan que gracias a las charlas con ellas han aprendido a ver más allá, a entender lo que traslucen sus miradas cansadas, a saber qué es ser despreciada o invisible, estar enferma o sola. «Ellas —recalcan— son quienes nos evangelizan a nosotras, nos han enseñado a entender la diversidad de la vida y el porqué de sus reacciones. Y puede que a veces no podamos comprenderlas del todo, pero podemos escucharlas». Las Hermanas son para ellas un trozo de familia. «Vemos y sentimos de verdad que quieren estar aquí, que se sienten a gusto. Hay un vínculo afectivo grande entre ellas y con nosotras».

«Cada día, un empezar de nuevo»

Así lo viven en Concepción Jerónima. Nunca saben quiénes acudirán de nuevo al Centro; hay mujeres que vienen todos los días; otras que llegan por primera vez, y otras que regresan después de algún tiempo, agradecidas o pidiendo ayuda para gestionar trámites para una prestación o una vivienda. Y hay mujeres a quien ya no volverán a ver más, porque han tenido una oportunidad, o porque no la tuvieron.

Nos comentan que regresen o no «han sembrado en nuestro corazón», así como en el resto del equipo, educadoras y voluntarias.

Con las mujeres se trabaja en pequeños objetivos, para que poco a poco «se les encienda el alma con cosas pequeñas, pero con mucho valor para ellas». Así, hay espacio para compartir y charlar, para el aseo, el descanso o el juego, o para asesorarlas con trámites; se organizan excursiones y salidas culturales a museos o exposiciones; se celebran días especiales, como la reciente celebración del Día de la Mujer donde compartieron almuerzo y risas junto a otras mujeres de otros proyectos. También hay momentos que se dedican al cuidado de la salud, o a organizar sesiones de estética o, incluso, a hacer un karaoke o una receta de tarta de galletas.

Un espacio para «ser» y dignidad para vivir

Eso es lo que encuentran las mujeres en Concepción Jerónima. «Aquí recuperan parte de la ilusión y el brío que han perdido», nos dicen las Hermanas.

«Damos calidez. Queremos que se sientan bien con ellas mismas, se valoren, se dignifiquen. En definitiva, les damos un poco de lo que la sociedad les ha quitado. Un espacio para ser, y dignidad para vivir. Son un colectivo al que se ha dejado de lado. Nos olvidamos de verlas y entenderlas. Por eso, para nosotras, ese ejercicio que hacemos de entendimiento y empatía nos evangeliza, nos ayuda a saber quiénes son, cómo están; nos ayuda a abrirnos a ellas y ver a la persona».

«Estas mujeres son invisibles, porque no las quieren ver»

Les preguntamos si están de acuerdo con que las mujeres sin hogar o en exclusión social son invisibles, si pasan desapercibidas para el resto de la sociedad. Las Hermanas son tajantes en su respuesta: «Sin duda representan un problema social, por eso son invisibles, no porque no se vean, sino porque no las quieren ver; no nos damos cuenta de qué vidas hay tras ellas porque nos molesta reconocer la realidad que representan».

Una huella de amor en ellas

Les pedimos que nos hablen de momentos felices que hayan vivido en el Centro. Y sonríen asegurando que son muchas las vivencias. Todas estas vivencias lo que tienen en común es que «han dejado una huella de amor en ellas».

A las Hermanas les sorprende y les admira «cuando comparten entre ellas un café o un trozo de pan; tienen poco, pero lo ofrecen, eso nos conmueve». También les hace felices «que confíen en nosotras, que nos cuenten su verdad, el cuidado mutuo entre ellas, pero también con nosotras, porque a nosotras también nos animan y cuidan; eso es la convivencia, sentirte parte de su vida y que sea recíproco».

Otra de las cosas más gratificantes del proyecto es la implicación de las trabajadoras, que ven a cada mujer desde su individualidad. «En su cabeza y en su corazón llevan grabados los nombres de cada una». Esta manera de acompañar —confiesan— «nos ha impactado y nos da esperanzas, porque es un sello de identidad cristiano, el acompañar desde las necesidades de cada cual».

Los momentos difíciles son todos o ninguno. «Sabemos qué vidas hay tras ellas. A veces, se vuelven exigentes, o se alteran». Y ahí, con educación y paciencia, lo gestionan de la mejor manera, porque «por una sola que agradezca —y son muchas— por una sola, vale la pena seguir».

Eficientes en su labor y comprensivas en su relación con el entorno, las Hermanas son un ejemplo de entrega y humildad y también lo son de empatía para no juzgar. Nos dicen que, si hay personas o vecinos que no valoran o desprecian a estas mujeres no es por maldad, «es porque cada persona ve lo que tiene alrededor con su propio cristal, con lo que lleva dentro».

Acabando nuestra visita les preguntamos qué les gustaría que la gente sepa de su labor y de este proyecto. Nos dicen tres cosas:

  • «Que el centro está aquí y nosotras también». Esa es la misión de esta Comunidad de vida, y de esta Congregación. «El estar cerca para cuando vengan, para cuando quieran, para cuando lo necesiten». Siempre disponibles para ellas. Sin prejuicios. Abiertas a su corazón, a sus vidas, a sus desventuras y esperanzas.
  • «Desmitifiquemos que la caridad es gris, que estos proyectos y la vulnerabilidad son oscuros». Ellas quieren que veamos la belleza en estas vidas, donde hay color y hay días de sol. No es casual que el Centro esté pintado de colores, decorado y muy luminoso. Porque la belleza es parte de la dignidad, transmite vida y energía.
  • «Y que se puede vivir con mucha riqueza siendo diferentes. Mucha gente no lo sabe: vivir felices y enriquecidas. Nuestra espiritualidad se centra en la Trinidad, en la familia, por eso creemos en esa comunión de circulación, oración y de la belleza de la interculturalidad».
#SiervasdelEspiritusanto #ComunidadVida #mujer
Compromiso Solidario abril, 2022
Volver