Educando para facilitar una salida

Cáritas Madrid 15 de Febrero de 2017

Un grupo de voluntarios de Cáritas Vicaría I visita Cañada Real

Un grupo de voluntarios de Cáritas Vicaría I visita Cañada Real.

 

Cáritas Madrid. 15 de febrero de 2017.- Un grupo de voluntarios del equipo de comunicación para la sensibilización de Cáritas Vicaría I ha acudido a Cañada Real para conocer en primera persona una realidad muchas veces estigmatizada por los intereses de los medios de comunicación, donde viven miles de personas, de las cuales muchas son niños que sufren injustamente las consecuencias de la pobreza y la exclusión.


Hemos tenido el privilegio de contar con Pablo, el responsable del Centro de La Cañada para recibirnos en la sede de Vicaría IV, de donde partimos en tres furgonetas que parecen conocerse el recorrido de memoria. En unos diez minutos entramos por El Gallinero, uno de los asentamientos con más miseria, donde la gente carece de los servicios más elementales. Pasamos por delante de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada. Allí está ubicado el proyecto Encuentros con Dignidad, donde Cáritas en colaboración con las religiosas Adoratrices, los hermanos de San Juan de Dios y Cruz Roja ofrecen a “los machacas”, el colectivo más desfavorecido de La Cañada, un espacio para el aseo que sirve de tabla de salvación para aquellos que deciden pedir ayuda. Desde abril de 2016 ha conseguido sacar de esta situación a ocho personas.


Seguimos adentrándonos en el sector seis, donde se encuentran las instalaciones de Cáritas, en una vieja fábrica de muebles que comparten con otras entidades. La Cañada se extiende a lo largo de 16 km y está dividida por sectores. Es verdad que hay una zona muy conflictiva de venta de droga, que ocupa unos 2 o 3 km, pero el resto son asentamientos de familias, sobre todo rumanas y marroquíes, incluso hay zonas con construcciones de hace más de 50 años, en situación de propiedad alegal. 


Con educación se escapa de la pobreza

Enseguida llegamos al Centro de Cáritas donde conocemos a Sara, responsable del CEM, Antonia, del CETA y Luisa Mari, la profesora de peluquería; ellas, junto con el resto del personal y 50 voluntarios, dan vida a un centro lleno de actividad. Por las mañanas, mientras los niños están en el colegio, se trabaja con las madres para dar un apoyo integral a la unidad familiar. Aquí vienen unas 140 mujeres que además de recibir clases de español, nociones de informática y costura, acuden a la escuela de familia y comparten un espacio de encuentro semanal.


A las cinco de la tarde llegan los niños en las rutas escolares. Acuden 95 niños que están repartidos en grupos, de dos días semanales y por edades, que funcionan con un CEM de cualquier arciprestazgo, pero con una población en situación muy grave de exclusión, con muchas carencias y conflictos emocionales brutales. Además de formación se programan periódicamente actividades de ocio y deporte, y en vacaciones se organizan campamentos urbanos. Los niños reciben una merienda cena antes de volver a sus casas y unas bolsas de alimento que se reparten cada 15 días, para asegurar el desayuno.


El Grupo de adolescentes resulta mucho más complejo. El centro cuenta con una cancha de baloncesto y un campo de fútbol que son un aliciente estupendo para fomentar el deporte, pero se necesitan entrenadores y equipos con los que salir a competir. De momento es una forma para trabajar habilidades y hábitos de comportamiento que les motiven para  buscar una salida y forjarse un porvenir normalizado fuera de la Cañada.


Agradecemos a todo el equipo del proyecto de Cáritas en la Cañada Real, la atención y el cariño con el que nos ha tratado. Nos vamos llenos de ilusión, con la confianza de ver un proyecto de futuro, con un equipo que trabaja codo con codo para sacar adelante a los chicos y sus familias en el entorno más difícil, y que lo hace con entusiasmo. Porque lo que más llama la atención es que en el centro se respira optimismo, entrega y una gran ilusión por afrontar nuevos retos, siempre como repite su director: con el punto de mira puesto en el otro lado de la autopista, a solo dos kilómetros de aquí, donde poder vivir en un entorno más digno.

 

 

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