Domingo de Pentecostés. Recibimos juntos al Espíritu Santo

Pilar Algarate 19 de Mayo de 2024

Lecturas en Pentecostés: Hch 2, 1-11; Sal 102; 1Cor 12, 3B-7.12-13; Jn 20, 19-23.

Hoy celebramos Pentecostés, fiesta final del tiempo de Pascua, afirmación de fe en la acción del Espíritu Santo en nosotros. Queremos decirle al Espíritu que le necesitamos, que esperamos sus dones para poder dar fruto en medio de nuestro mundo que ansía la luz y la Vida.

Reunidos en comunidad, los discípulos junto a María esperaban la venida del Espíritu. Hoy los creyentes esperamos unidos que el Espíritu baje sobre cada uno de nosotros y nosotras y nos envíe a anunciar la buena noticia de Jesús resucitado. Queremos decirle al Espíritu que le necesitamos, que esperamos sus dones para poder dar fruto en medio de nuestro mundo que ansía la luz y la Vida.

¡Ven, Espíritu Santo! Libéranos del temo a no saber transmitir la alegría del encuentro, la paz del corazón. Qué el Espíritu nos permita hablar el lenguaje del amor y del consuelo e infunda en nosotros la valentía para ser sus testigos, para proclamar que Jesús Vive y que la Iglesia es signo de su presencia salvadora.

Hoy celebramos que Dios unifica lo dividido de la humanidad y que cada uno de nosotros con los dones que hemos recibido somos necesarios para el bien común.

En este día la Iglesia celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar con el lema «Laicos por vocación, llamados a la misión»La Comisión Episcopal de Apostolado Seglar ha elaborado los materiales para esta jornada que recuerda que “el laicado juega un papel fundamental para esta nueva etapa de la evangelización”, como señalan en su escrito los obispos de esta Comisión.

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Lectura del Evangelio Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

Palabras del papa Francisco

El día de Pentecostés, los discípulos de Jesús todavía estaban desconcertados y asustados. Aún no tenían el valor de salir a la luz. Y nosotros también, a veces sucede, preferimos permanecer dentro de las paredes protectoras de nuestro entorno. Pero el Señor sabe cómo llegar hasta nosotros y abrir las puertas de nuestro corazón. Él envía al Espíritu Santo sobre nosotros que nos envuelve y derrota todas nuestras vacilaciones, derriba nuestras defensas, desmantela nuestras falsas certezas. El Espíritu nos hace nuevas criaturas, como lo hizo ese día con los Apóstoles: nos renueva, nuevas criaturas.

Después de recibir el Espíritu Santo ya no volvieron a ser como antes —los ha cambiado—, sino que salieron, salieron sin temor y comenzaron a predicar Jesús, a predicar que Jesús ha resucitado, que el Señor está con nosotros, de tal manera que cada uno los entendía en su propia lengua. Porque el Espíritu es universal, no nos quita las diferencias culturales, las diferencias de pensamiento, no, es para todos, pero cada uno lo entiende en su propia cultura, en su propia lengua. El Espíritu cambia el corazón, ensancha la mirada de los discípulos. Los hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios, sin límites, superando los confines culturales y los confines religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir. A los Apóstoles los capacita para llegar a los demás respetando sus posibilidades de escucha y comprensión, en la cultura y el idioma de cada uno (vv. 5-11). En otras palabras, el Espíritu Santo pone en comunicación personas diferentes, realizando la unidad y universalidad de la Iglesia.

Y hoy nos dice mucho esta verdad, esta realidad del Espíritu Santo, donde en la Iglesia hay pequeños grupos que siempre buscan la división, separarse de los demás. Este no es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Dios es armonía, es unidad, une diferencias. Un buen cardenal, que fue arzobispo de Génova, decía que la Iglesia es como un río: lo importante es estar dentro; si estás un poco de ese lado y un poco del otro lado, no importa, el Espíritu Santo crea unidad. Usaba la figura del río. Lo importante es estar dentro de la unidad del Espíritu y no mirar esas pequeñeces de que tú estés un poquito de este lado y un poquito de ese otro lado, que reces de esta manera o de esa otra... Esto no es de Dios La Iglesia es para todos, para todos, como mostró el Espíritu Santo el día de Pentecostés.

Pidamos hoy a la Virgen María, Madre de la Iglesia, que interceda para que el Espíritu Santo descienda en abundancia y llene los corazones de los fieles y encienda en todos el fuego de su amor.

Cuestionario para la reflexión y el diálogo

1.- ¿Dónde reconozco yo ahora la acción del Espíritu en el mundo y en la Iglesia?

2.- ¿En qué personas o acontecimientos reconozco la acción del Espíritu? ¿En qué signos de Vida y de cambio profundo?

3.- La unidad que procura el Espíritu Santo, ¿cómo la cuidamos en Cáritas? En nuestras acciones y decisiones, ¿somos signo de unidad, o sembramos discordias?

Oración

Para fortalecer nuestras vidas. Ven, Espíritu Santo.

Para superar nuestros egoísmos. Ven, Espíritu Santo.

Para atender a quien lo necesite. Ven, Espíritu Santo.

Para fortalecer a los débiles. Ven, Espíritu Santo.

Para transformar nuestros corazones. Ven, Espíritu Santo.

Para amar a nuestros enemigos. Ven, Espíritu Santo.

Para escuchar al que está solo. Ven, Espíritu Santo.

Para vivir el Evangelio. Ven, Espíritu Santo.

Para luchar por la justicia. Ven, Espíritu Santo.

Para que reine la paz. Ven, Espíritu Santo.

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