Domingo de Corpus Christi, Día de Caridad
Cáritas Madrid 14 de Junio de 2020
El Día de la Caridad y el día del Corpus Christi, es decir la celebración de la Eucaristía. No es casualidad que coincidan en el mismo día. Celebrar la eucaristía es celebrar y hacer presente la vida que Jesús entrega por amor a toda la humanidad y que se hace presente en el pan y el vino cada vez que nos reunimos en torno a su mesa.
El Día de la Caridad y el día del Corpus Christi, es decir la celebración de la Eucaristía. No es casualidad que coincidan en el mismo día. Celebrar la eucaristía es celebrar y hacer presente la vida que Jesús entrega por amor a toda la humanidad y que se hace presente en el pan y el vino cada vez que nos reunimos en torno a su mesa.
Cáritas Madrid. 14 de junio de 2020.- Celebrar el Día de la Caridad significa partir y compartir el pan en comunidad, responder a la propuesta de vida que Dios nos hace para aprender a vivir como hermanos, con el corazón y el alma en atenta mirada hacia los demás, para dar la vida y hacer propia la misión de Jesús: amar al mundo y mostrarle lo que Dios le ama. Vivir la caridad es saberse amado por Dios y ser capaz de verle reflejado en los demás, en la Creación, en las personas más pobres, vulnerables y excluidas de nuestros lugares cotidianos, dejarse tocar por sus vidas y aprender a mirar y a escuchar el sufrimiento y el dolor de los demás, sin miedo, para conmovernos y no pasar de largo.
La Comunidad cristiana que celebre la eucaristía ha de tener una fe viva con dimensión social y caritativa. Los Santos Padres nos decían que si no hay justicia, la eucaristía se vacía de sentido, no podemos ni recibir ni adorar a Cristo en la Eucaristía, ni acercarnos a él, sin pedir el «pan nuestro de cada día», el de la dignidad de todos los seres humanos y de saber pedirlo con nuestras vidas diarias. La verdadera adoración a Cristo en el misterio de la eucaristía nos lleva a reconocerlo en el rostro de todos nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados y crucificados de la historia. No podemos olvidar los creyentes que, en ese Pan bajado del cielo, precisamente ahí, está presente el Crucificado que ha resucitado.
Necesitamos sagrario y vida, sin separarlos. Por tanto, no impidamos a Cristo estar realmente presente allí donde Él quiere estar para llevar su Evangelio de dignidad, verdad y justicia. La presencia real de Cristo en la Eucaristía nos está pidiendo entrar en el verdadero camino del amén cristiano, aquel que se verifica en la entrega radical a favor de los hermanos con el deseo que tengan vida abundante. Hoy, como nunca, el reto está en que la presencia real de Cristo llegue como sanación, consuelo, verdad y libertad a todos los que sufren en el alma o en el cuerpo.
ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA
«Hay muchos motivos para animarnos en el servicio a los pobres, pero la mística de ese servicio los cristianos la alimentamos en la eucaristía. La eucaristía es el sacramento de la entrega. De la entrega de Jesús y de la nuestra, pues la eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. En ella celebramos la entrega actualizada de su vida y cuantos participamos en ella no recibimos de modo pasivo el cuerpo entregado de Jesús, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega.
La eucaristía es para nosotros el gran sacramento del amor de Dios, el gran sacramento de la caridad y la fuente de ese amor de Dios que nosotros queremos encarnar y significar en la acción caritativa y social de la Iglesia en favor de los pobres y excluidos, en favor de los últimos y ano atendidos.
De ahí que en la eucaristía encontremos y alimentemos la fuente de nuestra caridad. La eucaristía es sacramentum caritatis, el sacramento del amor. Quien come el Cuerpo de Cristo acepta de antemano ser un don para el mundo. Y la comunión con Cristo es comunión con la humanidad en el acto de ofrecerse para la salvación del mundo.
Como dice Benedicto XVI, participar en la eucaristía es “implicarnos en la dinámica de su entrega”. Y añade: “La mística del sacramento tiene un carácter social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan (…). La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los él se entrega”.
No se pueden separar eucaristía y caridad. El sacramento de la eucaristía no se puede separar del sacramento de la caridad. No se puede recibir el Cuerpo de Cristo, si se recibe bien, y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, de los enfermos, de los que sufren en el drama del paro, de los que están excluidos de la mesa del bienestar».
CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
1.- ¿Por qué la eucaristía tiene una dimensión social ineludible? Relación que existe entre la eucaristía y la caridad.
2.- Lee este texto y plantéate a qué te invita: «La transformación de la realidad pasa inevitablemente por dejar que la realidad del otro y de los otros irrumpa en nuestra vida, en la vida de cada persona, de cada grupo, en cada Cáritas diocesana o parroquial, en cada grupo o comunidad. Se trata de dejar que su realidad nos hable, que nos mire cara a cara, de frente, y nos suscite susurros de novedad, de sorpresa y admiración, porque la realidad de cada persona es sagrada y transformadora en sí misma. Esa realidad personal y única nos debe interpelar y cuestionar lo que hacemos y somos. Sólo entonces, en la medida en que nos dejemos tocar por ella será posible la transformación, primero la nuestra y después la transformación social que perseguimos desde nuestro modelo de acción caritativa y social».
3.- ¿Cuáles son las resistencias y los temores que posees para responder de forma comprometida a la realidad que nos interpela? 4. «El Cuerpo de Cristo nos urge a acompañar a los pobres y construirles andamios de esperanza en un futuro mejor, como Dios quiere. No olvidemos que Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del Evangelio, que lo que hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él mismo se lo hacemos (cf. Mt 25)». ¿Te sientes urgido a lo que nos dice este texto cuando comulgas?