Dibujar con las palabras lo que siente el corazón
Maria Angeles Altozano 24 de Abril de 2025Acogida, acompañamiento, voluntariado y caridad.
¿Cómo han evolucionado estos conceptos en estos 30 años? Hablamos de estas cuatro palabras que definen la esencia de Cáritas Madrid y han llenado muchas páginas del Compromiso Solidario.
Pero todo cambia, nada permanece, que decía un filósofo. Y el significado de la palabra, que nos ayuda a interpretar el mundo, también se transforma para dibujarnos realidades diferentes.
Hablemos de esos cuatro conceptos que definen la esencia de Cáritas Madrid y que, al evolucionar en este tiempo, han transformado dicha esencia. Porque acoger, acompañar, voluntariado y caridad muestran hoy una realidad muy diferente de aquella de 1995. Son las palabras que han puesto voz a los testimonios recogidos en nuestras páginas.
Acoger es abrir puertas
Acoger ya no es ‘coger’ a alguien de la mano o cogerla en nuestro regazo. Acoger es abrir las puertas. Y esta palabra nos dibuja una realidad plagada de puertas.
La puerta a la que llamaron Luis y Ana, cuando recién llegados del aeropuerto fueron a una Cáritas parroquial. Esa puerta les abrió una oportunidad para empezar de cero, lejos de casa. «¿Y ahora, dónde vamos?», te preguntas cuando llegas. La adrenalina por salir no te permite plantearte qué harás luego o cuántos portazos recibirás.
O la puerta del Hogar Santa Bárbara, que deja escapar el olor a colonia de bebé, donde Angélica, una recién estrenada madre, entraba asustada con su hijo en brazos. «No tenía dónde ir, había pasado de dormir embarazada en el sofá de una amiga, a salir de un hospital con mi bebé. Y esa puerta donde vivían mujeres como yo, solas con sus bebés, de diferentes edades y nacionalidades, se abrió para mí ofreciéndome un futuro junto a mi hijo».
Y tantas otras puertas de acogida. Como la puerta del primer apartamento donde Ivana durmió tranquila con su hija lejos de la guerra, donde había dejado a su marido. O la puerta del Hogar Isaías, donde personas sin posibilidades de encontrar empleo o casa encuentran mucho más que un hogar: buena compañía.
Acompañar es ‘compartir el pan contigo’
En los primeros números de Compromiso apenas aparece el término acompañar. Acompañar era un término relegado al ámbito personal, un acercamiento entre personas conocidas o familiares: acompáñame al cine, acompáñame a hacer la compra. Era, como refiere su etimología, ad cum pane, comer pan con alguien conocido.
En Cáritas Madrid se ayudaba, cada persona desde su estatus: el que ayuda y el que se deja ayudar. Antes, la vulnerabilidad tenía un rango de sumisión y vergüenza, de estar por debajo de las manos solidarias dispuestas a ayudarte. Afortunadamente, las nuevas normativas y las nuevas formas de entrega de ayuda, más dignas y prolongadas en el tiempo, dulcificaron el término. Y en una sociedad más inclusiva, ayudar transmutó en acompañar.
Porque acompañar es que caminemos juntos mientras nos miramos a los ojos. Es que yo sepa dónde dormirás hoy después de la cena. Es seguir el rastro de quienes llegan rotos a nosotros para ser testigos de cómo transcurre su vida.
Así lo hacen las hermanas de las congregaciones religiosas que hacen de Comunidades de Vida y comparten literalmente mesa y mantel con las familias de los residenciales, con las mamás solas, con las mayores de la residencia o con las jóvenes que se han quedado sin red de apoyo. Acompañan y son testigos, como nos decía la hermana Carmen, de «cómo resucitan; las jóvenes pasan de venir apocadas, con una postura corporal cerrada y la melena cubriéndoles el rostro, a cortarse el pelo, vestir con colores, erguirse… vivimos cada día la resurrección de Cristo en sus rostros».
Y acompañar es preparar con Daniel su entrevista de trabajo. «Tranquilo, ocúpate de estudiar, del resto nos ocupamos nosotros. Cuando salgas, llámame para saber cómo te ha ido».
Voluntariado es acudir a la llamada
El voluntariado tenía mucho en los 90 de servicio puntual, a veces solitario, en un momento concreto o de emergencia. Lo veíamos en las colas del hambre repartiendo alimentos o ofreciendo bolsas con ropa en las parroquias. Pero ha adquirido otros matices.
A principios de siglo, se hablaba de voluntariado social para referirse a acciones organizadas desde una entidad social, más allá de acudir espontáneamente a una llamada de auxilio.
Ahora, las personas voluntarias acuden a la llamada silenciosa de esos gritos de desolación que no se oyen. Como la voz silenciada de Amalia, a la que acudió un día Esperanza para cuidar a su hija mientras ella retomaba sus estudios y encontraba un empleo que le permitiría gritar a los cuatro vientos: «Ahora sí, soy una persona autónoma, soy capaz y me veo capaz de seguir adelante con mi vida».
El voluntariado son las manos de Carlos que marcan el número de teléfono de Alfonso, a quien ya no le queda familia en Madrid, solo para preguntarle cómo está hoy. Y hay días en los que Alfonso no tiene ganas de hablar, pero Luis espera paciente al otro lado de la escucha silenciosa.
El voluntariado es cambiar y transformar vidas, más allá de dar. Y es dejarse transformar. Y es agradecer y devolver. Como Sandra, a quien una voluntaria le cambió la forma de ver la vida cuando aún era menor, y ella ahora quiere «hacer lo mismo por jóvenes como yo entonces. Por eso soy voluntaria, necesito devolver tanto como he recibido».
Ya no es acción, es reacción, atender a la llamada, una escucha paciente. Es estar, voluntariamente, donde alguien nos pueda necesitar.
Caridad es dar lo que nos desborda el corazón
La palabra caridad da nombre a nuestra entidad y es la esencia misma de Cáritas Madrid, porque hace referencia al porqué de nuestra acción social: por amor al prójimo.
Caridad es un término, asociado décadas atrás a mujeres de la alta sociedad o a gestos solidarios para limpiar conciencias, al que hemos devuelto a su esencia y origen: Carĭtātis, aquello que nos es querido, digno de amor o que nos hace amar.
Amar es abrigar la vulnerabilidad de quien llega con poco, no ofreciendo solo pan y abrigo, sino amor. «No quiero que me den un bocadillo, yo lo que quiero es hablar, no sentirme invisible», decía Cristina, porque «nadie quiere la noche, y, si eres mujer, mucho menos».
Debe ser por eso que Carlos siempre decía que ellos eran ‘los desamados’.