Despedida a Alfonso de la Torre, persona en situación de calle atendida en el Hogar Santa Rita

Cáritas Madrid 9 de Diciembre de 2020

Palabras de un voluntario del Hogar Santa Rita, con motivo de la muerte de una persona en situación de sin hogar, fallecido recientemente en la calle, donde dormía. Este homenaje supone una llamada para que todo el mundo tenga un techo “donde por lo menos, morir dignamente lejos de la soledad y sin frío”

Palabras de un voluntario del Hogar Santa Rita, con motivo de la muerte de una persona en situación de sin hogar, fallecido recientemente en la calle, donde dormía. Este homenaje supone una llamada para que todo el mundo tenga un techo “donde por lo menos, morir dignamente lejos de la soledad y sin frío”


Cáritas Madrid. 9 diciembre 2020.- Publicamos las palabras de despedida de un voluntario de la Casa Hogar Santa Rita a Alfonso de la Torre, persona en situación de hogar recientemente fallecida en el frío de la noche y en soledad, que acudía al centro de día de Cáritas de Madrid.

 

El Hogar Santa Rita es un centro de día ubicado en Villalba, al que se pueden acercar cada mañana personas en situación de sin hogar para asearse, desayunar, lavar su ropa, disfrutar de conexión a Internet y donde pasar un rato compartiéndolo con otras personas. 

 

Además, en el centro se hace una acogida y una atención y seguimiento social, se lleva a cabo un proyecto de intervención personal, atención psicológica y orientación sobre alojamientos alternativos. El Hogar Santa Rita fue abierto el pasado 5 de octubre y bendecido por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro el 6 de noviembre. 

 

Carta a Alfonso de la Torre

 

Se nos ha ido Alfonso de la Torre, hace un mes para mí era una persona sin hogar más, como otras muchas que deambulan por nuestras calles ante la indiferencia o a veces la compasión de una sociedad insensible. 

 

Gracias al Hogar Santa Rita y al acompañamiento de su persona como voluntario, su rostro y su presencia se hicieron cercanos a mi vida y le pude conocer de cerca, por eso ahora que se nos ha ido, recuerdo a un amigo cercano a mi corazón que a pesar de su indigencia me testimoniaba paz, sinceridad, aceptación de su situación frágil, que desde mi visión de creyente lo llamaría abandono en las manos de Dios, libertad, agradecimiento, amor sincero… Su muerte en el frío de la noche y en la soledad, le ha dado el techo permanente que tanto anhelaba y un camino definitivo a la felicidad sin más sufrimientos.

 

De mi corta relación con él destacaría, como decía mi madre, que era un hombre más bueno “que un cacho de pan” y eso era lo que le hacía un ser querido, saludado continuamente por la calle y sensible a suscitar la generosidad de la gente que le conocía y que le ayudaba con alimentos.

 

En alguna de las conversaciones que he tenido con él, me habló de cómo había llegado a su situación de hombre de calle, del fracaso de su familia y de sus distintos trabajos, en muchos de los cuales no le pagaron la seguridad social, pero siempre sin hablar mal de nadie, sin ningún rencor y con un sentido encomiable del perdón, principalmente hacia su familia.

 

Alfonso se contentaba con muy poco, todo lo que tenía cabía en su carrito de compra, casi lleno por sus dos mantas, y aún le sobraba espacio. Como tenía unas únicas zapatillas que se las habían comprado las enfermeras del hospital, quisimos desde Cáritas ofrecerle otro par para poder lavar las que usaba. Le acompañé a varias zapaterías y a un centro comercial, pero era imposible encontrar el número 46, que era el que usaba por sus piernas hinchadas, por lo que después de nuestra infructuosa búsqueda me dice: “Ves, no te preocupes, para mí solo hay las que llevo puestas, así es mi vida”. “Mientras haya alguien que quiera ayudarte todo tiene solución -le dije-, así que las pedimos por internet y ya llegarán”. Teníais que ver el rostro velado por la mascarilla de Alfonso, probándose las nuevas zapatillas con sus calcetines inexistentes y unas bolsas de plástico en sustitución de ellos para que no se le mojasen los pies, pues llovía abundantemente. Era un auténtico niño con zapatillas nuevas, todo contento y feliz y lleno de agradecimiento.

 

Tenía las piernas y los pies hinchados y llenos de úlceras que de seguro le producían un malestar continuo y dolor; pero externamente no traslucía para nada su miseria y sufrimiento, incluso cuando la enfermera le curaba cada dos días, si le preguntaba: “¿Alfonso, te duele?”, él, cerrando los ojos y con una mueca de resignación, decía: “¡No!, continuad”.

 

Cuando desde Cáritas estábamos a punto de conseguir para Alfonso una vida un poco mejor: un lugar para residir, solucionar el Ingreso Mínimo Vital, cuidar mejor de sus enfermedades, el Señor le llamó como Padre Bueno que acoge a sus hijos necesitados y les libra de sus sufrimientos.

 

Alfonso se nos ha ido pero su testimonio, su paz, su sencillez, su bondad, su cercanía en el trato quedan en nuestro recuerdo como familia cercana a él que somos. 

 

Quisiera expresar que ojalá la muerte que tuvo Alfonso en Villalba, en la calle, sea una llamada para que todo el mundo tuviera un techo donde por lo menos, morir dignamente lejos de la soledad y sin frío.

 

Alabamos a Dios por su muerte, porque se ha podido liberar de las ataduras terrenas y porque en ella comienza el camino definitivo a la felicidad. ¡Alfonso te queremos!

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