Cuarto domingo del Tiempo Ordinario, 31 enero 2021

Cáritas Madrid 31 de Enero de 2021

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen".

 

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen".


Afrontamos una nueva etapa en un contexto nuevo en el que la incertidumbre y la sombra de la COVID-19 configuran un nuevo mapa mundial mucho más frágil en el que las relaciones sociales, económicas, políticas, financieras, sanitarias y culturales han sufrido un fuerte embate en sus pilares fundamentales.

 

Los Derechos Humanos que deberían sostener nuestros distintos modelos sociales parecen verse desdibujados en los rostros de muchas más personas que viven en nuevas situaciones de pobreza en forma de largas colas para pedir alimentos y que se suman a las que ya existían. 

 

Los seguidores de Jesús estamos llamados a actualizar los gestos salvadores y liberadores del Maestro. Por eso, el Señor nos invita a expulsar “los demonios”: “los demonios que atan y esclavizan”, “los demonios que agreden y humillan”, “los demonios que marginan y explotan”.

 

El Señor nos llama a desalojar nuestras sociedades de “espíritus malignos”, tomar de la mano a nuestros hermanos más débiles, ponerlos en pie, devolverles la dignidad robada y empoderarlos a fin de hacerlos sujetos activos de la construcción de sus propias vidas y las de sus pueblos.

 

Oración de la fraternidad

 

Hola, Jesús:

amigo,

hermano,

y Dios mío.

Qué bien me siento, Jesús,

cuando estoy entre quienes me aprecian

y estiman de verdad.

Creo que a nadie le gusta estar solo.

Por eso, siempre que puedo, 

busco estar con mis amigos o seres queridos.

Sería ideal que en este mundo

todos pudiéramos convivir sintiéndonos como hermanos,

tratándonos como si fuéramos de la misma familia.

Pero qué difícil es esto, Jesús.

Cuántos problemas de convivencia hay. 

Cuántas peleas, enfados,

burlas y mentiras suceden continuamente.

Y, siempre, la culpa de esto la tienen

aquellos que tú siempre decías: 

los que lo quieren todo para ellos,

los que se creen el centro de todo

y piensan que son más importantes que nadie, 

los que sólo se preocupan de su interés. 

En una palabra: los egoístas.

Tú viniste, Jesús, para que se acabaran los egoístas,

y poder hacer del mundo un cielo,

donde todos conviviéramos tratándonos como hermanos,

como amigos, como tú nos tratas cada día a todos nosotros.

Ayúdame, Jesús, a saber convivir con los demás

a ser fraterno, a tratar bien a todos,

 a querer el bien para ellos,

porque todos somos hermanos,

porque a todos tú nos has creado.   

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