«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Cáritas Madrid 26 de Enero de 2020

Lecturas del día: Isaías (8,23b–9,3). Salmo 26,1.4.13-14. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,10-13.17). Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23).

Lecturas del día: Isaías (8,23b–9,3). Salmo 26,1.4.13-14. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,10-13.17). Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23).


Cáritas Madrid. 26 de enero de 2020.- En este domingo Jesús, presencia definitiva de Dios para el hombre, va a invitarnos a la conversión; una conversión que habrá de traducirse, como en el caso de los primeros discípulos, en que nos pongamos en su seguimiento.
Este seguimiento pasa por nuestra pertenencia a una comunidad, por buscar al Señor, no solo individualmente, sino también todos juntos. Este mismo mensaje nos lo transmite hoy san Pablo en la segunda lectura, cuando nos  exhorta a que «no andemos divididos».


Naturaleza y desarrollo de la conversión

«La transformación de la persona que comporta la conversión supone un verdadero vuelco en su vida, que le lleva a trasladar el centro de lo real, situado hasta en ese momento en sí misma, a esa Presencia a la que le invoca como su Dios. Cuando el ser humano abre la puerta de su libertad a la Presencia reconocida como Dios esta se adueña de todo su ser y sitúa su centro de gravedad en el más allá de sí mismo al que ha reconocido en su interior. Por eso se ha podido decir que la conversión produce un verdadero descentramiento del ser humano, “una expropiación de sí mismo” (Urs von Balthasar).


Pero el proceso que resume la palabra “conversión” es largo. El retorno del hijo prodigo de la parábola evangélica tiene como primer paso un momento de reflexión, de vuelta sobre sí mismo. “Entonces recapacitó”, dice el texto. Allí, la ocasión para la reflexión fue la hambruna que se había extendido por la región inhóspita a la que le había llevado su huida de la casa. Para otros, como Francisco de Asís, fue una enfermedad o la convalecencia de una herida, como en Ignacio de Loyola.


La “vuelta sobre sí” produce en el sujeto una nueva mirada sobre su vida. Una mirada que le permite, en primer lugar, superar la situación de distracción y de dispersión en la que con frecuencia vive, esa mirada superficial que le impide descubrir su verdadera condición y le condena, como al hijo de la parábola, al olvido de la casa y del padre. La “vuelta sobre sí” y la mirada que hace posible la luz de Dios producen dos efectos de gran trascendencia: hacen aparecer el sentimiento de decepción que dejan todos los bienes mundanos en relación con la sed que pone en nosotros la apertura a la Trascendencia por la que estamos habitados. Una sed que, por la huella de la presencia de Dios en notros, es el vaciado del infinito de Dios que ningún bien del mundo ni el mundo entero son capaces de apagar.


La nueva mirada que hace posible la “vuelta sobre sí” despierta en el sujeto una segunda experiencia: el deseo y la nostalgia del Bien infinito que el ser humano no puede dejar de anhelar»(27).


El gozo del voluntariado

«El primer motivo para vivir con el gozo el voluntariado está en la misma llamada. La llamada es ya una elección. Dios ha puesto en ti los ojos y el corazón. Te ha mirado con amor, te ha llamado y te ha enviado a hacer presente entre los pobres los signos de su amor y su misericordia.
“Antes de formarte en el vientre te escogí; antes de salir del seno materno te consagré”, dijo el Señor a Jeremías al comenzar su ministerio profético, para que le quedara claro que la iniciativa venía del Señor: de él viene la elección y de él recibimos la llamada y la unción para la misión.
Jesús tiene una experiencia que, para nosotros, llamados a ser Buena Noticia para los pobres, resulta paradigmática. Después de ser bautizado, de ser ungido por el Espíritu en el Jordán y de retirarse al desierto para discernir el camino que iba a llevar adelante su misión, hace presentación pública de su identidad y misión en la sinagoga de Nazaret haciendo suyas las palabras de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para dar la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor”. Jesús se proclama ungido y enviado por el Espíritu en su tarea de ser Buena Noticia para los pobres.


Un voluntario cristiano es aquel que hace suya esta experiencia de Jesús, porque también hemos sido ungidos y enviados por el Espíritu, desde el día de nuestro bautismo, de modo que con toda verdad podemos hacer nuestras las palabras del Señor: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para dar la Buena Noticia a los pobres”(29).

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