Conversando un poco...
Cáritas Madrid 21 de Junio de 2018Paco, Joe y Algirdas comparten piso en el "Sínodo 2005", uno de los Centros Residenciales de Cáritas Madrid. Pero, cómo han llegado a convivir un lituano, un brasileño y un español…
Cáritas Madrid. 21 de junio de 2018.- Estas líneas que queremos trasmitiros hoy es un remanso de tranquilidad, de buena conversación y sobretodo de una gran satisfacción de poder contar con Voluntarios como Isabel que comparten su tiempo y sobre todo su vida con nosotros, hoy más que nunca, dentro de nuestra Campaña de la Caridad su lema no se puede hacer más presente: “ TU COMPROMISO, MEJORA EL MUNDO”.
Hoy, Isabel quiere compartir con nosotros el día a día de personas que luchan por tener un futuro mejor.
Paco, Joe y Algirdas comparten piso en el "Sínodo 2005", uno de los Centros Residenciales de Cáritas Madrid. Pero, cómo han llegado a convivir un lituano, un brasileño y un español…
Joe, el más joven, decide venir a España hace unos 15 años. ¡brasileño y veinteañero, cuando llega a nuestro país ! Ahora su vida es la cocina y su cara se ilumina cuando habla de Brasil, el país de mayor biodiversidad del mundo. Es un placer hablar con él de naturaleza. Es cocinero a tiempo parcial, lo que refuerza el camino emprendido.
Algirdas, militar cuando la Unión Soviética era la Unión Soviética, tiene que dejar su país y su familia y buscar una nueva vida. Orgulloso de los suyos, sus ojos le brillan al enseñar la foto de su nieta, gimnasta de tan buena planta como él. Aunque también a tiempo parcial, está contento con el trabajo que le permite mantenerse activo.
Paco, taxista madrileño, castizo dónde los haya y con esa retranca al hablar que estimula la conversación, conoce Madrid como la palma de su mano. Su pasión, su hija. Su hobby, los perros. Acude como voluntario a ayudar a cuidar perros abandonados, de los que habla con un cariño indescriptible porque, además, le ayudan a tener una actividad. El empleo conseguido hace más de un año, le fue truncado por un accidente de tráfico.
Los tres coinciden en el proyecto Casa de Acogida "San Agustín y Santa Mónica" en el que Paco y Joe han pasado casi dos años. Algirdas es el último en incorporarse al grupo y no llega al año su permanencia en la Casa. Tres vidas, tres edades, tres culturas diferentes… y, juntos, quieren dar un paso más.
Es en la Casa de Acogida donde comienza nuestra amistad, entre pucheros y compartiendo caminatas y ratos de ocio con las actividades del grupo “Al-Monte”. Dos jueves al mes, nos acogen ahora en su nuevo piso y nos reunimos para compartir experiencias y cena. El tiempo vuela cuando estamos juntos. Transcurre entre buena comida y mejor y variada conversación. Cómo viven esta nueva experiencia: Cuando miramos hacia atrás vemos la calle, CEDIA, la Casa de Acogida y, ahora, una nueva y necesaria etapa hacia la libertad perdida por decisiones equivocadas.
Mi primer día en la Casa -así llama Paco a la Casa de Acogida- me quedaba muy grande- y, entre risas apostilla- casi la veía como una casa de locos. Para Algirdas, un techo, comida y normas que, como exmilitar, entiende y no le resultaba duro acatar -pone cara de pillo y dice- bueno, cuando me enteraba de que la norma existía. Joe se pone serio y afirma, la Casa es la reeducación pero es mucho más difícil que educar a un niño. Vista ahora, la Casa es una zona de confort que se añora: ¡La terraza!, ¿te acuerdas del sofá de la terraza? Pero hay que avanzar…
Con el fluir de la conversación, te vas planteando lo difícil que tiene que ser volver a realizar la transición a la vida adulta, siendo ya adulto y con tanta experiencia…
Aunque se echa de menos la Casa, aquí, tenemos más libertad. Constituyen una casa común, reparten la limpieza de la casa, dos días a la semana tienen que cocinar para los demás y, ¡cómo no!, sus vidas y costumbres también les llevan a discrepancias, sobre todo, por los horarios… Todos sabemos que acoplar la convivencia lleva su tiempo. Los tres tienen claro que quieren vivir este proceso, que es bueno, que quieren llegar hasta el final y que, sobre todo, no quieren ir solos. Necesitamos una red de apoyo para no ir a la deriva. Tanto tiempo invertido, por ellos y por todas las personas de los proyectos por los que han pasado, les hace ver esto como otro paso más para, poco a poco, conseguir esa libertad tan ansiada por todos pero que, quizás, ellos valoran más porque les duelen las cicatrices de las ataduras que se impusieron.
Isabel (Voluntaria – Casa de Acogida) - Junio 2018