"Comprometidos por un trabajo digno", nuestro lema de la Campaña contra el paro

Cáritas Madrid 8 de Abril de 2019

El próximo 28 de abril, Cáritas Diocesana de Madrid celebra la Campaña Contra el Paro 2019 donde se quiere dar a conocer el trabajo de la Iglesia de Madrid, a través de su Cáritas Diocesana, con las personas que se encuentran en situación de desempleo. 

Cáritas Madrid. 8 de abril de 2019.- En sólo veinte días, el próximo domingo 28 de abril, Cáritas Diocesana de Madrid celebra la Campaña Contra el Paro 2019 donde se quiere dar a conocer el trabajo de la Iglesia de Madrid, a través de su Cáritas Diocesana, con las personas que se encuentran en situación de desempleo. José Luis Díaz Lorenzo, Vicario Episcopal  de la Vicaría II fundamenta nuestra campaña de este año:

 

Con el lema “Comprometidos por un trabajo digno”, Cáritas presenta esta nueva Campaña Contra el Paro 2019. Va en línea con el desarrollo de la iniciativa de la Iglesia española en 2015: “Iglesia por el trabajo decente”, impulsada por la Santa Sede, la OIT y varias organizaciones de inspiración católica. 

 

Resulta revelador, pero también “duro y difícil”, sostener la mirada frente al rostro concreto de tantas personas que, con cierta tristeza y desolación, en definitiva “desesperanza”, acuden a nuestras parroquias, centros de Cáritas o, sencillamente, nos encontramos en el barrio o en nuestras propias familias y plantean su situación de desempleo y angustia, de injusticia y falta de dignidad en su trabajo. Estas personas encarnan el objetivo de dichos lemas. Cuando, además, se identifican con la situación de personas con nombre y apellidos, resuena vigorosamente en nosotros la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y su camino de luz. Sin olvidar que en el interior de aquellos que atienden y acompañan estas situaciones frecuentemente se remueve la razón y el corazón, y se sufre por no tener siempre palabras o soluciones eficaces. 

 

El trabajo precario

Es una realidad que se impone: el trabajo precario o el desempleo afectan de manera más radical a las personas más vulnerables. Por ello, la realidad es aún más compleja y pone en riesgo a familias enteras. “El sistema de protección social está resultando claramente insuficiente para la reducción de la pobreza” nos dice el Informe Foessa 2018. El crecimiento de la economía y del empleo no van acordes. En ello influyen los trabajos temporales, el aumento de contratos a tiempo parcial, la movilidad humana forzada… 

 

La DSI nos sigue mostrando y orientando en el camino que hay que seguir ante el desempleo y la proliferación de trabajos que no dignifican a la persona. Nos propone unos fundamentos que, si no se conocen, difícilmente pueden cuajar en acciones concretas para asegurar un trabajo que dignifique a las personas, en lugar de cosificarlas, “pues siempre habrá recambio” como algunos trabajadores plantean con dolor. El papa Francisco nos recuerda que “la dignidad no nos la da el poder, el dinero, la cultura… ¡la dignidad la da el trabajo!”. En este sentido, documentos como “Crisis económica y responsabilidad ética” (1984) y “Por un trabajo al servicio de todo hombre” (2005) de la Conferencia Episcopal Española nos mostraban esta preocupación. Mucho tiempo antes, desde 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos era firme respecto a la dignidad de toda persona y también respecto al trabajo (arts. 1, 3, 23-26). 

 

La Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II alude a esta cuestión del trabajo digno: cómo salvar a la persona ante los avances de sus propios descubrimientos y de su propio poder (GS 3). Pero, sobre todo, en el capítulo tercero resalta que “también en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (GS 63). Son también muy reveladores los números 67-69 en cuanto que subrayan la dignidad del trabajo, las condiciones humanas que debe tener y las exigencias para que un trabajo sea realmente dignificador. 

 

San Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis reclama la dignidad del trabajo (SRS 33) y la importancia de la luz que puede aportar la DSI en este ámbito. Asimismo, señala que la denuncia de los males y las injusticias es una forma de ejercicio del ministerio de evangelización de la Iglesia (SRS 8, 18 y 41). En Laborem Exercens, reivindica con rotundidad la primacía del trabajo sobre el capital. En el capítulo 18, alude a las dificultades laborales de los jóvenes. Y, en el siguiente, al tratar del sueldo apropiado y digno, se refiere a las madres y a las mujeres trabajadoras. Y, en el capítulo 23, finalmente, habla del trabajo y del problema de la emigración. Resulta relevante en nuestros días que nos detengamos en este punto. Sirva como ejemplo que, en 2018, el   47 % de las personas que fueron a buscar trabajo a Cáritas no tenían papeles (un 13 % más que el año anterior). Por eso, san Juan Pablo II nos recordaba que “lo más importante es que el hombre que trabaja fuera de su país natal, como emigrante o como trabajador temporal, no se encuentre en desventaja en el ámbito de los derechos concernientes al trabajo respecto a los demás trabajadores de aquella determinada sociedad. La emigración por motivos de trabajo no puede convertirse de ninguna manera en ocasión de explotación financiera o social [...].

 

El valor del trabajo debe medirse con el mismo metro y no en relación con las diversas nacionalidades, religión o raza. Con mayor razón no puede ser explotada una situación de coacción en la que se encuentra el emigrado […]. Una vez más se debe repetir el principio fundamental: la jerarquía de valores, el sentido profundo del trabajo mismo, exige que el capital esté en función del trabajo y no el trabajo en función del capital” (LE 23). Sin duda este punto da que pensar, dada su dura actualidad. 

 

El magisterio del papa Francisco ofrece orientación y esperanza ante tantas situaciones de desesperanza en ausencia de un trabajo digno. En Evangelii Gaudium, se nos recuerdan algunos desafíos del mundo actual y la apuesta por el no a una economía de exclusión (EG 53-54), el no a la idolatría del dinero (55-56), el no a un dinero que gobierna en lugar de servir (57-58) y el no a la inequidad que genera violencia (59-60). En este sentido, más recientemente, Laudato Si´ (126-129) invita a “la necesidad de preservar el trabajo” de todo aquello que no dignifica a la persona. 

 

Quizá, tras este sencillo recorrido sobre la realidad que vivimos y las enseñanzas que la DSI nos aporta, encontremos luces, ánimo y fuerza para que, al estilo de Jesús de Nazaret, seamos como Iglesia signo y Buena Noticia, esperanza y mano tendida ante tantos rostros y familias que encarnan el sentido más profundo de nuestro lema. 


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