Colonias en Cañada Real: una luz en la oscuridad

15 de Septiembre de 2022

Hablamos con Ian y Noah de su experiencia en las colonias de verano en Cañada Real.

Este verano, Cáritas Madrid, con la colaboración del Programa CaixaProinfancia, ha organizado 19 colonias urbanas y 6 campamentos fuera de la capital de los que han disfrutado cerca de 1.000 niños. Un 15% más que el año pasado, lo que ha obligado a hacer un esfuerzo para ofrecer a los más pequeños espacios de ocio y diversión en igualdad de condiciones a otros niños y niñas de su edad, además de ayudar a las familias a conciliar mejor su vida laboral con las vacaciones escolares. La mayoría son familias vulnerables sin recursos ni apoyo para ofrecer a sus hijos el descanso y la diversión a los que tienen derecho. En las colonias y campamentos de verano participan en actividades educativas y de ocio saludable que además de la diversión, promueven valores, desarrollan habilidades y educan en el cuidado del planeta a través de talleres, excursiones y salidas culturales.

También en Cañada Real se han organizado colonias urbanas en las que, además de los niños y niñas que residen allí, han disfrutado Ian y Noah de 8 y 5 años, hijos de Miguel Ángel Cornejo, responsable de Cáritas en Cañada Real. Ian ha estado en la colonia para niños de Primaria y Noah en la de infantil.

Nos vemos con los 3 en un rincón del jardín de la sede de Santa Hortensia para que nos cuenten su experiencia de convivencia lúdica con otros niños menos afortunados. Noah lleva una férula en su antebrazo derecho; se está recuperando de una fractura de cúbito y radio producida tras un salto con aterrizaje fallido en un parque infantil, aunque viéndolo corretear y saltar sin descanso nadie diría que está lesionado. “Lo único que no puedo hacer es montar en bici” nos cuenta. Su hermano Ian está pendiente de él en actitud más tranquila pero pronto se anima a competir con Noah escalando de espaldas uno de los muros del jardín, junto al que charlamos.   

Ian nos habla de las partidas de futbolín que jugaba con Moha -Mohamed, su mejor amigo en el campamento- mientras Noah dice que lo que más le gustó fue “hacer luces” el día que fueron a Cosmocaixa. “Eran luces con unos cables que hacían luz en la plastilina y yo hacía la plastilina y le pegaba las luces yo solo. Eran azules y amarillas”. Aunque también se le suelta la lengua hablando de la excursión a la piscina y sobre todo del día que fueron a escalar al rocódromo de Amazonia.

Ian recuerda las risas en la piscina y, especialmente, que ese día durmieron fuera, en la casa de Cáritas Madrid en Cercedilla. Su padre, Miguel Ángel Cornejo, nos explica que “Dormir una noche fuera es una forma de prepararlos, porque cuando son un poco más mayores nos los llevamos a la playa una semana y siempre es bueno sacar a los niños de Cañada”. Los 2 niños hablan de las monitoras: Raisa, Aurora, Claudia, Paloma…, del collar de los amigos que les hicieron, del juego de conocerse en la sala roja, del día que fueron al cine a ver Buzz Lightyear.
Le preguntamos a Miguel Ángel la razón por la que decidió llevar a dos de sus hijos (tiene otra hija de 11 años) a las colonias; “Sobre todo por conciliación familiar, pero siempre me gusta llevármelos a Cañada cuando hay una actividad extra, el Carnaval por ejemplo; pero han venido a muchas otras actividades para que mi labor no sea algo aparte y que ellos vivan con normalidad que yo trabajo allí. También que los chavales de Cañada vean que yo no soy el que viene aquí y se vuelve a ir. Yo cuando estoy en Cañada convivo con los chavales de allí pero no quiero que me vean como una persona ajena; familiarizo con ellos, no me presento como el jefe, como el coordinador, soy el papá de vuestros amigos que también están jugando aquí” 
Le preguntamos por cómo ven sus hijos el asentamiento de Cañada Real, qué cosas preguntan o les llaman la atención y Miguel Ángel nos cuenta que los niños tienen una mirada distinta a la de los adultos, no dimensionan el tema como nosotros, lo tienen mucho más normalizado.  “El primer día que Ian, 8 años, fue a Cañada le llamó la atención ver a un niño en moto. A mi hija de 11 años, comentando la diferencia de las casas, le pregunté qué le parecían y me contestó que les habían quedado muy apañadas para los materiales que tienen”

Reconoce que le gusta esa parte de inclusión, que entiendan que no todo es lo que ven aquí, aunque hay cosas que desgraciadamente no les pueden pasar desapercibidas, “recuerdo el día que volvíamos a casa tras el Carnaval de Cañada; era de noche y cuando llegamos al barrio que sí estaba iluminado, notaron el contraste y dijeron que cuánta luz hay aquí y que poca había cuando nos hemos ido del otro sitio. La oscuridad sí que la notaron en Cañada, la falta de luz sí que la dimensionaron como un adulto”.

Miguel Ángel Cornejo entiende su trabajo en Cáritas como una opción familiar. Su mujer y sus hijos participan de él, “saben que mi trabajo es que la gente aprenda a vivir sin ayuda, yo ahora les digo que mi trabajo es intentar que la gente vea Cañada como la veo yo, un barrio más de Madrid, un barrio más olvidado en el que las administraciones no se fijan tanto como deberían, un barrio lleno de buena gente, les explico que es un barrio con mucha pobreza material y mucha riqueza humana”.  

Ian y Noah ya están hartos de la entrevista y deseando perdernos de vista. Quieren volver a las colonias de verano para “ir a la piscina, a dormir fuera de casa, ir a la playa, a hacer escalada, a jugar con sus amigos...” pero ya no aguantan una pregunta más y se van empujando a su padre hacia la salida.

Al despedirme de ellos, advierto en sus ojos destellos de esa luz interior que brilla con tanta intensidad durante la infancia. Y esa luz me trae el recuerdo de otra luz, la que ellos no vieron en ciertos barrios y sí en otros. Entonces pienso que precisamente eso son para los niños de la Cañada Real las colonias de verano de Cáritas: una luz en la oscuridad.

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