‘Bienaventurados’ los que construyen con sus actos una sociedad más justa
15 de Diciembre de 2023Un texto que nos invita a reflexionar sobre la llamada que se nos hace a convertirnos en esos ‘bienaventurados’ que con sus obras de entrega, amor y generosidad ayudan a construir una sociedad más justa para todas las personas.
«Al ver Jesús el gentío, subió al monte … y les enseñaba diciendo: Bienaventurados…» (Mt 5, 1-12a).
El Evangelio de Mateo inicia los discursos de Jesús sobre el Reino con las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12a). En esa primera página, el evangelista traza las líneas que definen a quienes quieren ser sus seguidores. Aquellos a quienes Dios ha llamado a colaborar en la construcción de su proyecto de vida para todos y, a través de la donación gratuita de sus capacidades y tiempo, le dicen “aquí estoy”, encuentran en las palabras de Jesús la manera de renovar cada día esa respuesta generosa y esperanzada, siguiéndole a él y caminando por su camino.
Las bienaventuranzas nos llaman a convertir la vida personal y la vida de nuestros grupos y comunidades, a transformarnos desde el interior. Quedarnos en lo de siempre, en la rutina, en lo convencional, puede ser una manera de escapar del cambio y de las llamadas que hoy, continuamente, están haciéndonos el Evangelio y nuestros hermanos, sobre todos los más desfavorecidos. Los dones recibidos que se abandonan a la costumbre acaban por morirse o terminamos por matarlos.
Las bienaventuranzas nos señalan el camino que hemos de seguir los que pretendemos ser discípulos de Jesús. La buena noticia de Jesús para los débiles y los vulnerables, los desorientados y los que han naufragado en esta vida, pasa por las bienaventuranzas. Ellas nos señalan hoy el camino que nos conduce hacia el futuro y hacia la vida. Son camino de gozo y felicidad.
Bienaventurados los voluntarios pobres de espíritu, sencillos, que se saben necesitados de Dios, que son capaces de andar a la intemperie y se ponen sin condiciones en las manos del Padre para servir a los hermanos más pobres y compartir con ellos su propia pobreza. Su reposo es la Providencia de Dios que les regala el Reino de los cielos.
Bienaventurados los voluntarios mansos, tolerantes y pacíficos, paciente y benévolos, aunque a veces sean ellos también víctimas de engaños, trampas o abusos.
Bienaventurados los que practican la mansedumbre de su Señor. ¡Anda que no tiene paciencia el Señor! Ellos heredarán los cielos nuevos y la tierra nueva.
Bienaventurados los voluntarios que lloran con los afligidos y los que sufren por el egoísmo de los hombres, pues así pueden compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. La llegada del Reino ya les está trayendo consolación y alegría.
Bienaventurados los voluntarios que tienen hambre y sed de justicia, los que trabajan por ser fieles a su Señor y a los compromisos asumidos para con sus hermanos. El Dios siempre fiel sacia todos sus anhelos.
Bienaventurados los voluntarios misericordiosos, los de corazón compasivo, los de amor sin límites, los que acogen sin fronteras ni condiciones, los que se dejan tocar por las alegrías y los sufrimientos de los otros, los que van al encuentro de los hermanos… Dios, infinitamente misericordioso con ellos, los tiene en su corazón.
Bienaventurados los voluntarios de corazón puro y leal, los que caminan con la verdad, los de intenciones y conducta transparente, los que se saben pequeños y necesitados y no encubren su pequeñez y necesidad, pues el Señor colma de bienes a los sinceros de corazón. Esos viven en la verdad de Jesús, que les hace libres, y sus ojos limpios ya están viendo el rostro de Dios en cada uno de sus hermanos y hermanas. Bienaventurados los voluntarios que trabajan por la paz aunando los corazones, creando lazos, generando cercanía, sembrando concordia. Son hijos de Dios que contagian la paz de Jesús.
Bienaventurados los voluntarios perseguidos por causa de la justicia al trabajar por la instauración del Reino, los que no vuelven la cara al compromiso cotidiano, los que padecen incomprensión por su servicio y se abrazan a la cruz de Jesús. El mal no les vencerá pues ya están experimentando que su futuro es la vida plena.
Bienaventurados… porque Dios les ama y está a su lado levantando con ellos el Reino mientras viven ya la felicidad y la vida plena.
Por Marcelo Rodríguez Blanco
Párroco de Xtmo. Cristo de la Guía y San Juan de Sahagún