Bailar

24 de Octubre de 2022

Por Santos Urías

Hay luna creciente y no dejo de mirar al cielo. Es como si su brillo me ofreciera una especie de sonrisa. Mi madre, sentada al borde de una nube, también sonríe con forma de luna. Orar es como un susurro lleno de confidencias y la luna lo sabe. Pienso en los médicos que durante más de un año la han acompañado en la última etapa de este peregrinaje. En su dentista que, con lágrimas en los ojos, aparecía cargando unos helados más fáciles de comer y más ricos. En las vecinas y compañeras del grupo de la parroquia, siempre fieles y constantes: “porque estuve enfermo y me visitasteis” y siempre, siempre “vinisteis a verme”. En la pequeña pelirroja, Julia, su biznieta, el puente que conecta los dos extremos de la vida: porque de los que ya han perdido la cabeza y de los niños es el reino de los cielos. Los pañuelos acumulados debajo de la cama o entre los almohadones del sillón, en los bolsillos de los abrigos o en los cajones junto a la mesa, que sus cuidadoras y nosotros no nos cansábamos de confiscar. Y no dejar de bailar. Cada vez que nos veíamos, una ocasión para un abrazo cerrado, para mil «te quiero», y para danzar al ritmo de la vida. Bailar como si fuera la última ocasión. Bailar con los pies descalzos y en volandas. Bailar, bailar, bailar, como la luna.

 

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Compromiso Solidario octubre 2022
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