Ayuno, silencio y soledad en Viernes Santo

Cáritas Madrid 19 de Abril de 2019

Lecturas del Viernes Santo:  Is 52, 13-53, 12; Salmo 30; Heb 4, 14-16; 5,7-9; Jn 18, 1-19, 42

Lecturas del Viernes Santo:  Is 52, 13-53, 12; Salmo 30; Heb 4, 14-16; 5,7-9; Jn 18, 1-19, 42

Cáritas Madrid. 19 de abril de 2019.- Hoy es un día en el que el silencio nos hace enmudecer. Algo inenarrable e inaudito vamos a contemplar: un inocente condenado sin juicio, sometido a las torturas y tormentos más abominables y asesinado de la forma más cruel, la cruz. La indignación y la rebeldía se apodera de nosotros, por ello solo podemos callar. ¿O acaso nos hemos acostumbrado rutinariamente a vivir año tras año la pasión y la muerte de Jesús y ya nada se conmueve en nosotros? Muchos de nuestros hermanos también viven la injusticia, la exclusión o la tortura, hay hermanos que siguen sufriendo «en la cruz». ¿Nos hemos anestesiado ante sus dolores? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por ellos?

Jesús está dispuesto a todo con tal de hacer realidad el deseo de Dios su Padre: un mundo más justo, más compasivo, más entrañable, más habitable para todos. Eso le lleva a hacer dos cosas: por un lado, a hacer una opción por los últimos, los pobres, los leprosos, las mujeres, los samaritanos, en definitiva, los excluidos del sistema; y por otro a denunciar las estructuras socio-político-religiosas que han creado este sistema excluyente.

Los seguidores de Jesús hemos sido invitados a hacer la causa de Jesús, nuestra propia causa, por ello también se nos invita a entregar a ella nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestras energías. Nosotros también hemos sido llamados a ser portadores de palabras y gestos liberadores de ataduras que permitan caminar erguidos a nuestros hermanos, de juicios y prejuicios que etiquetan y castran, de miedos que paralizan y bloquean la vida. Como Jesús, hemos de tocarlos y decir: «Hermana, hermano, quedas libre». No hay ninguna razón, ni siquiera un precepto religioso, que pueda servirnos de excusa para, con un corazón misericordioso, salir al encuentro de aquellos que sufren. El proyecto del Reino es un proyecto humanizador, en el que la defensa de la vida, y de la dignidad de la persona es una opción prioritaria. Nuestra vida ya no nos pertenece porque la hemos puesto en manos de Otro. Nuestra propia felicidad está en juego: «quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16,25-26). Al igual que Jesús hemos sido llamados a vivir desviviéndonos. Hoy nos hacemos especialmente conscientes de ello.

Oración (San Ignacio de Loyola)

Alma de Cristo, santifícame, para que pueda cumplir la voluntad del Padre.

Cuerpo de Cristo, sálvame de mis perezas y de mi falta de compromiso.

Sangre de Cristo, embriágame de tu amor y ternura hacia lo más indefensos y vulnerables.

Agua del costado de Cristo, lávame de mis pecados y de mis juicios.

Pasión de Cristo, confórtame cuando la indiferencia ante el sufrimiento se instale en mi vivir.

¡Oh, buen Jesús, óyeme! y no dejes que me ensordezca ante el clamor de mis hermanos y hermanas perseguidos por su fe.

Dentro de tus llagas, escóndeme de la incongruencia de saberme criatura, pero poner mi esperanza en mis propias fuerzas.

No permitas que me separe de Ti, ni que mire para otro lado cuando haga falta mi acogida y mis esfuerzos por los migrantes y los pobres.

Del enemigo malo, defiéndeme, y también «del éxito que hincha el corazón y de la tranquilidad que adormece al alma».

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