Adolescencia. Brecha generacional y redes sociales
26 de Junio de 2025Por Irene Briso de Montiano Gómez Psicóloga colegiada n.º M-24425.
Un artículo sobre la adolescencia, etapa vital necesaria, donde no todo son conflictos, pero donde hay que lidiar con los nuevos hábitos, como las tecnologías, para prevenir adicciones. Lo recordamos este 26 de junio, Día contra las Adicciones.
«Es como si habláramos idiomas distintos». Esta frase, escuchada en más de una conversación entre padres e hijos adolescentes, ilustra bien lo que ocurre en muchos hogares hoy en día. La adolescencia, esa etapa de descubrimiento, crecimiento y contradicciones, no solo pone a prueba a quienes la transitan, sino también a quienes acompañan. Y, en estos tiempos de redes sociales, la distancia generacional se ha vuelto más evidente y desafiante que nunca.
La adolescencia siempre ha sido una etapa clave en el desarrollo humano, marcada por profundos cambios físicos, emocionales y sociales. Es el momento en que los jóvenes empiezan a construir su identidad, buscan mayor independencia y, muchas veces, cuestionan las normas impuestas por sus padres. Este proceso natural de autonomía puede dar lugar a tensiones, malentendidos y conflictos propios del período en cuestión, pero potenciados por un fenómeno inevitable: la brecha generacional.
Uno de los factores que más ha acentuado esta separación en los últimos años ha sido, sin duda, el uso de las redes sociales. Plataformas como Instagram, TikTok, Snapchat o X (antes Twitter) forman parte del paisaje cotidiano de los adolescentes. Son su espacio de encuentro, expresión y pertenencia. Allí comparten, aprenden, ríen, se informan…, viven. Sin embargo, para muchos adultos, este universo es ajeno, confuso, incluso amenazante.
Como madre, padre, docente o simplemente adulto cercano a un adolescente, es fácil sentirse desorientado frente a esta distancia. ¿Cómo conectar con alguien que se expresa con memes, que vive en historias de Instagram o que comparte emociones en TikTok? Esta brecha refleja diferencias profundas en la manera en que cada generación entiende el mundo, se relaciona y gestiona sus emociones.
La generación que creció con álbumes de fotos y conversaciones cara a cara, choca con una que construye su identidad también en lo digital, que busca validación en likes y vínculos en pantallas. Esto, sin los puentes adecuados, genera una desconexión emocional que afecta al conjunto de la dinámica familiar.
Uno de los temas que más preocupa a los padres es el tiempo que sus hijos pasan conectados. Mientras ellos lo ven como una pérdida de tiempo, los adolescentes lo viven como una forma legítima de comunicación, entretenimiento e, incluso, aprendizaje. Y, aunque es cierto que el entorno digital conlleva riesgos (cyberbuling, grooming, exposición a contenido inadecuado, adicción a las redes), el miedo y el control excesivo no suelen ser las mejores respuestas.
¿Qué podemos hacer, entonces, desde nuestras casas, aulas y comunidades?
Quizás el primer paso sea cambiar la pregunta. En lugar de «¿Cómo los controlo?», empezar por «¿Cómo los entiendo?». La clave no está en prohibir, sino en acompañar. Informarnos, escuchar sin prejuicio, reconocer lo que sentimos (especialmente el miedo), y abrir espacios de diálogo sincero. Establecer límites, sí, pero desde el consenso y el respeto mutuo.
Quizás de esta forma logremos convertir el muro de la brecha generacional en un puente que podamos transitar con empatía, apertura y comunicación. Sin duda, en este camino, todos tenemos mucho que aprender.