Seamos un coro de música emocional
23 de Diciembre de 2025Por Ricardo Rueda Fornies
Psicólogo colegiado n.º M-24951
Unidad de Acompañamiento a la Inserción (UACI)
Esto va de niños. Porque llega la Navidad que es, esencialmente, su fiesta. Es época de alegría, de reuniones familiares, de regalos, de recuerdo de los ausentes… Y también de relatos y de cuentos. Voy a contar uno.
A finales del siglo pasado, un médico inglés, J. M. Bolwy, desarrolló una teoría según la cual el desarrollo óptimo de un niño necesita de una figura de referencia que le atienda y con la que establezca un vínculo emocional al que llamó apego (attachment en inglés). Él mismo, hijo de una familia acomodada, había sido atendido por una institutriz, con escasa presencia de su madre. En un ensayo de profundo contenido emocional titulado «Separación», relató la soledad y el dolor que le causó la despedida de su cuidadora y el ingreso en un internado.
Fijémonos en los protagonistas. El niño, al nacer, experimenta un trauma considerable. Pasa a respirar por sí mismo cuando antes su madre respiraba por él, ha de buscar el alimento por sí mismo, ha de regular su temperatura de manera autónoma, se comunicará a partir de ahora por su propia voz y captará con sus ojos, su oído y su tacto el medio que le rodea. Comienza un proceso de adaptación e integración social que necesitará toda su vida.
El otro protagonista es el entorno familiar y social. Y la Navidad es el modelo ideal en el desarrollo de un apego seguro y, por tanto, de esa integración. La reunión familiar es como un coro en el que cada uno aporta su voz para crear una música especial, una especie de música emocional. En los niños se refuerza un sentido de pertenencia, de estar en un grupo en el que se ve protagonista y querido. Para los no tan niños y adultos las barreras de la reconciliación reducen su altura y se superan con mayor naturalidad. Para muchos, el recuerdo estilizado del ausente les alivia del pesar y suaviza el perfil del recuerdo. Y para todos, jóvenes y maduros, la aceptación de sí mismo y de los demás abre las puertas a una deseada sanación universal en la que todos caben, presentes y ausentes, familiares o no.
Nos queda, especialmente a los adultos, conseguir que el ruido de la vida ordinaria del resto del año no atenúe demasiado el sentido de estas voces de la Navidad.