30 años al servicio de las personas
25 de Marzo de 2025Por el Observatorio Diocesano de la Realidad
Vivimos en una sociedad con un ritmo de vida acelerado, con múltiples demandas y compromisos. Con frecuencia, solo prestamos atención a lo que nos preocupa en el momento, sin detenernos a mirar atrás y reflexionar sobre el camino recorrido. Sin embargo, es necesario hacer pausas, recordar cómo hemos llegado hasta aquí, reconocer a quienes nos han acompañado y aprender de las dificultades y logros para decidir con claridad los próximos pasos.
Este artículo nos brinda la oportunidad de mirar 30 años atrás y ver cómo ha cambiado la realidad social en la diócesis de Madrid y cómo Cáritas ha ido adaptando su actuación para ponerse al servicio de las personas y sus necesidades en cada tiempo.
Los años 90: desempleo, mayores en vulnerabilidad y la crisis del sida
En 1995, en la diócesis de Madrid vivían 3,5 millones de personas, organizadas en algo más de un millón de familias, de las cuales 106.500 estaban en situación de pobreza. De las personas bajo el umbral de la pobreza, un 57 % desconocía la existencia de los Servicios Sociales.
Cáritas Madrid contaba con ocho vicarías que trabajaban en la dinamización de los barrios a través de las Unidades Básicas de Acción Social (acogidas parroquiales y proyectos) y los servicios arciprestales. En aquel momento, colaboraban en Cáritas 11.500 personas voluntarias.
Uno de los grandes retos sociales de los años 90 era la precariedad de las personas mayores. En la diócesis, el 12 % de la población tenía más de 65 años y casi la mitad estaba en una situación económica precaria. Cáritas atendía esta realidad gestionando cuatro residencias.
La exclusión educativa también era un problema relevante: alrededor de 800.000 personas adultas eran analfabetas absolutas o funcionales. Por ello, Cáritas desarrolló 40 proyectos de formación, incluyendo aulas de cultura y programas de alfabetización.
Entre los jóvenes, la drogadicción se había convertido en una crisis social, afectando especialmente a determinados barrios de Madrid. Cáritas implementó proyectos de educación de calle, apoyo a familias, un piso de reinserción, talleres sociolaborales y una escuela de formación profesional.
La entidad también contaba con un Programa de Familia e Infancia, con iniciativas de apoyo a familias en situación de pobreza, desestructuradas o monoparentales. Dentro de este programa, gestionaba la escuela infantil Pilar de la Mata y la residencia infantil Santa María del Parral, dirigida a hijos de personas migrantes que no podían vivir temporalmente con sus familias.
El fenómeno migratorio comenzaba a emerger en Madrid, aunque el porcentaje de personas extranjeras era solo del 1,9 %. Cáritas trabajaba con minorías étnicas y culturas emergentes, incluyendo un proyecto específico para la comunidad gitana, con la escuela infantil La Celsa.
Otro desafío de la época era la trata de mujeres y la prostitución forzada. En la década de los 90, se calculaba que alrededor de 2.000 mujeres ejercían la prostitución en la calle en Madrid. Cáritas respondió con el proyecto Bajar a la calle, ofreciendo acogida, tratamiento y seguimiento psicosocial, así como talleres prelaborales y recursos de alojamiento para facilitar su reinserción.
La crisis del sida golpeaba con especial crudeza. Madrid era la comunidad autónoma con mayor incidencia de la enfermedad, y 1995 fue el año con mayor mortalidad por sida en España. Cáritas desarrolló un programa de atención integral, con asistencia domiciliaria, un centro de día, una casa de acogida y un piso de transición para personas en proceso de recuperación.
En cuanto a la exclusión residencial, se estimaba que más de 1.000 personas vivían en las calles de Madrid. Cáritas ofrecía respuesta con el centro de información y acogida CEDIA, el centro de noche Calor y Café y un programa de tratamiento psicosocial.
El desempleo también era un problema estructural. En la diócesis de Madrid, había 189.000 personas en paro. Cáritas puso en marcha servicios de orientación e información laboral y creó iniciativas como la fundación Labora, que englobaba proyectos de empleo social como Asiscar, Taller 99 (reparación de calzado y marroquinería), Ecoláser (reciclaje de tóner) y Giro (confección de ropa infantil).
Además, Cáritas desarrolló programas de inclusión educativa, colonias infantiles, atención a personas con discapacidad y proyectos de intervención comunitaria.
El siglo XXI: modernidad y desigualdad
Desde 1995, la realidad social ha cambiado profundamente. Hemos pasado por épocas de bonanza económica, crisis financieras, una pandemia global e importantes transformaciones sociodemográficas.
Los servicios sociales públicos han mejorado, las condiciones de vida de las personas mayores han avanzado y algunos colectivos han visto reducida su precariedad. Sin embargo, han aumentado la desigualdad, la pobreza infantil, la migración en condiciones de exclusión y la falta de vivienda asequible.
Lo que no ha cambiado: cercanía y adaptación a las necesidades
A lo largo de estos años, Cáritas Madrid ha evolucionado para responder a las nuevas realidades sociales. Se han impulsado proyectos específicos para abordar la crisis de vivienda, fomentar el empleo digno, apoyar a las personas migrantes y atender a quienes viven en asentamientos irregulares o en situación de sinhogarismo con enfermedad mental.
Pero, más allá de estos cambios, lo que permanece es la cercanía a las personas. Cáritas sigue trabajando desde las parroquias, escuchando, acompañando y adaptándose a las necesidades emergentes.
En este camino, estamos llamados a observar, preguntar, escuchar y dejarnos transformar para discernir cómo seguir construyendo juntos un mundo más justo.