"¡Effetá!" Mc 7, 31-37

Pilar Algarate 8 de Septiembre de 2024

Lecturas del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario: Primera lectura: Is 35, 4-7a; Segunda lectura: Sant 2, 1-5; Evangelio: Mc 7, 31-37

Lectura del Evangelio según san Marcos 7, 31-37

Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabras del papa Francisco

El Evangelio de Marcos 7, 31-37 presenta a Jesús que cura a un sordomudo. Lo que llama la atención en el relato es la forma en que el Señor realiza este signo milagroso. Y lo hace así: aparta de la gente al sordomudo, le mete los dedos en los oídos y le toca la lengua con su saliva, luego mira al cielo, suspira y dice: «Effatá», es decir, «¡Ábrete!» (cf. Mc 7,33-34). En otras curaciones, de enfermedades igualmente graves, como la parálisis o la lepra, Jesús no hace tantos gestos. ¿Por qué hace todo esto ahora, cuando sólo le habían pedido que impusiera su mano sobre el enfermo (cf. v. 32)? ¿Por qué hace estos gestos? Quizás porque la condición de esa persona tiene un valor simbólico particular. Ser sordomudo es una enfermedad, pero también es un símbolo. Y este símbolo tiene algo que decirnos a todos. ¿De qué se trata? Se trata de la sordera. Ese hombre no podía hablar porque no podía oír. Jesús, de hecho, para curar la causa de su malestar, primero le pone los dedos en los oídos y luego en la boca.

Todos tenemos oídos, pero muchas veces no logramos escuchar. Atrapados en nuestras prisas, con mil cosas que decir y hacer, no encontramos tiempo para detenernos a escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables a todo y de no dar cabida a quienes necesitan ser escuchados. Comentando el Evangelio del día, el Santo Padre invitó a abrirnos a la Palabra de Dios y a la escucha de nuestro prójimo.

Y lo mismo ocurre con el Señor. Hacemos bien en inundarle con peticiones, pero haríamos mejor si primero lo escucháramos. Jesús lo pide.

Escuchemos hoy, como el día de nuestro bautismo, las palabras de Jesús: ¡“Effatá, ábrete”! Ábrete los oídos. Jesús, deseo abrirme a tu Palabra, Jesús abrirme a tu escucha; Jesús sana mi corazón de la cerrazón, Jesús sana mi corazón de la prisa, Jesús sana mi corazón de la impaciencia. (5 septiembre 2021)

Para la reflexión

-¿Qué me dice el Señor en el texto?

-¿Qué respondo al Señor que me habla en el texto?

-¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el texto?

-¿A qué me comprometo?

Música para la reflexión:

Pablo Martínez. Tarde te amé. https://www.youtube.com/watch?v=x8L37WZ6fd0

Oración

Soy sordo, Señor,

cuando no oigo las necesidades

de los demás,

cuando no busco entender

su punto de vista.

Soy mudo cuando pronuncio

palabras llenas de crítica…

cuando no anuncio tu Palabra.

Señor, oigo tus palabras hacia mí:

«Ábrete».

Desbloquea mis oídos

para que yo pueda oír tus palabras.

Abre la puerta de mi corazón

para que crezca mi sensibilidad

ante del sufrimiento de los otros.

Libera mi lengua, Señor,

para que hable con gratitud

de tu generosidad y misericordia.

Amén

 

#evangeliodeldía #EvangeliodeHoy
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