Los niños deberían trabajar en sus sueños, no en el campo

Cáritas Madrid 12 de Junio de 2019

Hoy, en el Día Contra el , recordamos que 168 millones de niños son víctimas de esta injusticia; de estos, unos 150 millones trabajan en la agricultura. La familia de Cáritas Diocesana de Madrid alza la voz contra esta lacra: los niños solo deberían trabajar jugando.

Hoy, en el Día Contra el , recordamos que 168 millones de niños son víctimas de esta injusticia; de estos, unos 150 millones trabajan en la agricultura. La familia de Cáritas Diocesana de Madrid alza la voz contra esta lacra: los niños solo deberían trabajar jugando.


Cáritas Madrid. 12 de junio de 2019-  Jacinta (nombre supuesto) es una mujer de mediana edad, atendida en la Agencia de Colocación. Vino a España, procedente de un país latinoamericano, hace casi veinte años. Al preguntarle por su nivel formativo, se hace un breve silencio, un tanto incómodo para el orientador laboral. “Verá”, arranca Jacinta, “cuando yo tenía nueve años, falleció mi padre. Yo era la mayor de cinco hermanos, así que tuve que ayudar a mi mamá. Ya no pude ir más a la escuela. Trabajaba en el campo, vendiendo fruta, lavando auto, lo que fuera”. A Jacinta se le iluminan los ojos cuando hablamos de sus hijos: “están estudiando. Son muy buenos estudiantes, espero que puedan aprender un buen oficio, ser maestros o médicos. Que no se queden burra como yo”.


La historia de Jacinta es la de 168 millones de niños que, en todo el mundo, son víctimas del trabajo infantil. Por ello, en 2002 las Naciones Unidas por medio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), establecieron el 12 de junio como Día Internacional contra el Trabajo Infantil. De estos 152 millones de niñas y niños, unos 150 millones trabaja en la agricultura, por lo que el lema aprobado por la OIT es “Los niños deberían trabajar en sus sueños, no en el campo”.

Las consecuencias del trabajo infantil son múltiples y graves. Como hemos visto en el caso de Jacinta, provoca un temprano abandono del sistema educativo, produciendo una cicatriz permanente que dificulta el acceso a empleos dignos y el pleno ejercicio de derechos. En otros casos, como es el caso de la minería del coltán, los niños son utilizados para la realización de trabajos peligrosos. Los niños soldados y la explotación sexual son otros ejemplos de esta cruda realidad.

 

Por medio de dos convenios, el de edad mínima para trabajar (1973) y el de erradicación de las peores formas de trabajo infantil (1999), la OIT intenta acabar con esta realidad. También los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en la meta 8.7, se marcan como objetivo que en 2025 se haya erradicado el trabajo de niñas y niños. Suena a utópico, pero ya sabemos que la misión de la utopía es hacernos caminar.

 

 

 

 

 

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